21 de junio, se acaba la primavera, y damos la bienvenida al verano, sinónimo para muchos de unas merecidas vacaciones. Quizás esta proximidad al gran parón veraniego sea la razón por la que nos encontramos ahora mismo en plena temporada de votaciones. Al igual que las ciruelas, fresas o cerezas todo parece indicar que la progresiva subida de las temperaturas, propia de estos meses del año, favorece también la floración de elecciones. Acabamos de recoger los frutos de las municipales que, conforme a lo esperado, mantienen la calidad gustativa de estos últimos 23 años. Incluso hemos sido testigos del adelanto a julio de la cosecha de las generales, anunciado desde Moncloa, y aparentemente debido a previsiones meteorológicas excesivamente optimistas. Por si no era suficiente, unos 1.500 arquitectos de Málaga están invitados el día 29 a elegir una de las tres candidaturas que concurren a las elecciones del Colegio de Arquitectos de Málaga. Unos comicios marginales para muchos malagueños, pero no menos importantes en un organismo profesional, muy necesitado de cambios y determinante en el desarrollo de nuestra ciudad. Aprovecho para desear, desde esta pequeña tribuna, lo mejor a Susana García Bujalance, Luis Callejón Suñé y Susana Gómez de Lara.
Pero dentro de toda esta agitación política he de reconocer que hay otra votación más que acapara toda mi atención. Sin querer restar valor a las convocatorias que acabo de describir mediante una pincelada agraria, precisamente hoy se ha desvelado parte del destino de nuestra ciudad. Paradójicamente, la decisión se ha tomado a unos 1.700 kilómetros de Málaga, en París. Los 179 estados miembros del BIE (Bureau International des Expositions) han elegido la ciudad que albergará la próxima Exposición Especializada.
Hablo en presente, porque lo más seguro es que a la hora en la que estás leyendo estas líneas el estallido de la noticia ya habrá recorrido la ciudad y gran parte de las redes sociales. En estos momentos estaremos celebrando la llegada de la Expo 2027 a la capital de la Costa del Sol, o felicitando deportivamente a Minnesota, Phuket, Belgrado o San Carlos de Bariloche mientras cabizbajos analizamos lo ocurrido. Si eso es así, sencillamente significará que algunos lo hicieron mejor que nosotros. Son cosas que pueden pasar y, aunque nuestro “nuevo” alcalde ha comentado que en este caso tiene pensado mantener la creación del recinto bajo el nombre de espacio para la sostenibilidad de las ciudades, tendremos, como mínimo, que replantearnos el enfoque.
Lo cierto es que resulta extraño escribir estas reflexiones cuando aún faltan unos días para el desenlace. Aunque lo quisiera, no tengo posibilidad alguna de hacerte un spoiler, ni tampoco soy el protagonista de una nueva secuela malagueña de Regreso al Futuro a punto de pisar el acelerador del DeLorean para viajar al 21 de junio 2023, y volver tras unos segundos con mi primera exclusiva. Ya quisiera…
Soy de una generación analógica que ha sido testigo de la rápida digitalización de toda la sociedad, además de haber podido asistir al estreno de películas que se han convertido en clásicos.
Quiero ser optimista y pensar que nuestra ciudad ha finalmente conseguido la oportunidad de organizar una Expo Internacional. Personalmente, el último evento similar que tuve la suerte de visitar fue la del 92 en Sevilla (guardando las debidas proporciones). Mis ojos de estudiante de la Escuela de Arquitectura de Ginebra se quedaron, ese verano, fascinados por aquella reunión multitudinaria que celebraba las particularidades de cada país, con edificios singulares que albergaban espectaculares presentaciones. La experiencia fue tal que, más de 30 años después, sigue presente en mi retina. Creo que fue porque no me esperaba lo que vi y sentí. Era sencillamente algo novedoso, un descubrimiento ciertamente envuelto en una exhibición de medios y embriagador despilfarro sin planificación del día después, pero sin duda inolvidable.
Eran tiempos analógicos en los que el conocimiento requería el desplazamiento físico, ya sea a una biblioteca para recoger un libro reservado semanas atrás o a otra facultad con la intención de asistir a la conferencia de algún cerebro privilegiado. Aunque a mis hijos les parezca prehistoria, lo conseguíamos todo sin ningún MOOC, VOD, streaming, Google Classroom o cualquier otra plataforma digital. Las palabras scroll, click, crack, switch, mail, charge, scan, lock…no formaban parte de nuestro vocabulario. Desde entonces todo ha cambiado, incluso el concepto de las exposiciones.
Puedo parecer contradictorio, después de mis palabras sobre Sevilla 92, pero estoy convencido de que la expo 2027 debe ser todo lo contrario a lo que se organizó aquel año en la Cartuja. Me imagino el evento malagueño con una fuerte carga tecnológica, un impacto ambiental ejemplar y un proyecto “de la ciudad del después” con la integración de aquella parcela ubicada en una zona de Málaga en plena transformación con Distrito Z de vecino. Celebrar una expo titulada “La era urbana: hacia la ciudad sostenible” tiene sus riesgos y dificultades, más aún cuando (reconozcámoslo todos) al anfitrión le queda mucho camino por recorrer en esa disciplina. Podría ser un punto de inflexión para el desarrollo de nuestra ciudad que debería ser la principal beneficiada de este tipo de evento.
Hoy en día una Expo es un inmejorable momento para mostrar como eres y cómo quieres ser en un futuro parar ser competitivo en un mercado de ciudades que luchan permanentemente, no solo para atraer el capital, el talento y la innovación, sino también para retenerlos. En 2027 Málaga tendrá sus “15 minutos de fama” que Andy Warhol supo intuir. El reto será utilizar esta chispa mediática para prender el fuego de iniciativas que puedan generar valor a largo plazo. En este caso serán tres meses, durante los cuales la capital de la Costa del Sol se convertirá en el centro de atención para muchos. Una inmejorable ventana para crear lazos a distintos niveles, un networking que le permita conseguir las herramientas para lo que se avecina. Saber sembrar y echar raíces para poder recoger frutos de todo tipo durante años.
Muchos se desplazarán en modo analógico para disfrutar del recinto de Buenavista encargado a la ingeniería ARUP, pero muchos otros se pasearán por la Expo de manera virtual, sentados en el sofá de sus casas, con unas gafas VR puestas o cualquier otro nuevo artilugio basado en inteligencia artificial. No perdamos de vista que faltan aún cuatro años, y a la velocidad que evoluciona la tecnología seguro que me estoy quedado corto…la última novedad firmada por los ingenieros de Cupertino da fe de ello. No todo está inventado.
P.S.: si mis cálculos son exactos debería aparecer por la Alameda Principal sobre las 13h21…así que no te sorprendas si de pronto surge un DeLorean ante ti, y que, envuelto en una densa humareda abro la puerta para preguntarte: ¿Tenemos la Expo, o no?
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Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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