Aún queda un rato hasta que el vuelo ESJ7025 con destino a Málaga inicie el procedimiento de embarque. Mientras, Clara toma asiento en la zona de espera intentando no derramar el café ardiendo que acaba de comprar y, a su vez, soltar la mochila del hombro para dejarla en el suelo. Reto conseguido después de algún que otro susto.
Han sido sólo 3 días pasados en Ginebra pero suficientes para regresar a casa con las pilas cargadas y el ánimo por todo lo alto, lo necesitaba. Entre cada sorbo de café, Clara desliza su dedo en la pantalla para hacer desfilar las fotos de su escapada suiza. La tenía prevista desde hacía meses con la idea de visitar a sus abuelos y de paso ver a su amigo Pablito. Se le ha hecho corto. Es cierto que estar con las personas que una quiere te hace perder la noción del tiempo.
El día de su llegada, el abuelo la estaba esperando para llevarla en coche a casa. Después del cariñoso recibimiento de la abuela, apenas deshizo su maleta, tenía que coger el autobús para ir hasta el Palacio de las Naciones Unidas donde había quedado con Pablito. Su amigo consiguió, en el marco de sus estudios, unas prácticas en la comisión de los Derechos Humanos. Ella fue incapaz de rechazar la propuesta que le hizo en su última conversación telefónica:
- Clara, tienes que ver esto. Quedamos el mismo viernes de tu llegada. Te recogeré en la zona de espera de visitantes. Te envío por mail tu acreditación. Nos vemos dentro de unos días. Un abrazo.
Una vez pasados los controles de acceso, se quedó en el hall principal esperando a su amigo durante unos 15 minutos. El tiempo suficiente para disfrutar de las vistas sobre el parque Ariana que envuelve el edificio con la complicidad del lago Lemán en el horizonte. Aunque ella no sea muy fan del estilo neoclásico del complejo, estaba totalmente absorbida por su monumentalidad, la generosidad de los espacios, los ventanales, la cantidad de luz natural… cuando de pronto apareció Pablito a su lado.
- ¡Bonjour Clara! Me alegro verte ¿Cómo ha ido el viaje?
- ¡Hola Pablito! Todo ha ido bien. Un poco cansada, nada más. ¡Qué guapo te veo con el traje!
- Bueno, este es el “uniforme” que obligatoriamente tenemos que llevar. Es algo que me costó al principio, pero ya me he acostumbrado…quien lo diría, hace unos años, que acabaría vistiéndome así. Espero que no estés demasiado cansada, porque tenemos poco tiempo y mucho por hacer. Tengo una sorpresa, pero antes quiero enseñarte algo. ¡Sígueme!
Recorrieron juntos un ancho pasillo bastante concurrido con gente aparentemente apresurada por llegar a algún sitio, esquivando grupos que conversaban mientras otros hablaban por teléfono. Francés, alemán, español, italiano o inglés…los idiomas se solapaban y entrelazaban en un constante murmullo.
- Ya hemos llegado. La habrás visto en miles de fotos, pero nada como contemplarla en vivo.
Mientras le hablaba, él iba empujando la puerta de vidrio coronada por el rotulo “Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de las Civilizaciones”. Se adentraron en la sala y Clara no pudo resistirse a levantar la vista para admirar boquiabierta la escultura-pintura de Miquel Barceló recubriendo la cúpula de 30m. La obra le recordó una caverna cubierta por estalactitas de colores vivos y formas orgánicas. A medida que caminaba por la sala y tomaba algunas fotos, Clara, pensativa, trataba de imaginar la trascendencia de los debates que se celebran en este espacio capaz de acoger a más de 700 personas.
- Tenemos que irnos. Van a preparar la sala para la asamblea de esta tarde. Además, he quedado en el centro, dentro de media hora, con alguien a quien no quiero hacer esperar.
Un último selfie juntos y dos minutos después ya estaban corriendo por la plaza de la Naciones para coger el tranvía a punto de abandonar la parada. Dirección a la estación para cambiar de tranvía, cruzar el Ródano y media ciudad hasta llegar a la parada Terrassière.
- Estamos cerca. Apenas cinco minutos andando. Ánimo Clara, te va a gustar.
Tomaron la ligera cuesta de Adrien-Lachenal hasta llegar a la calle Saint Laurent que Clara conocía perfectamente por el edificio que ocupa los números 2 y 4 de esta vía en fondo de saco. Es un lugar de “peregrinaje” al que acude en cada una de sus escapadas ginebrinas. Esta vez lo haría acompañada de Pablito. Sonrío al ver asomarse el immeuble Clarté, el edificio que despertó en ella el interés por la arquitectura residencial. Aquello fue lo más parecido a un flechazo arquitectónico: se conocieron en su primer año de carrera. Mientras ella descubría la obra de Le Corbusier, un día se cruzó en su camino el único proyecto que realizó en Ginebra. En seguida le llamó la atención y desde entonces lo tiene siempre presente en cada una de las viviendas que diseña, aunque desgraciadamente nunca había tenido la oportunidad de visitarlo.
- ¡Qué guay! Me parece que es la primera vez que me acompañas para saludar a la Clarté ¡Todo un detalle!
- La verdad es que te he oído tantas veces hablar de él que tenía curiosidad por conocerle, pero te confieso que en realidad estoy aquí contigo porque he quedado con alguien. Hace unas semanas me enteré de que la abuela de unos de mis compañeros de facultad vivía aquí. He podido hablar con ella y ha insistido en conocerte…¡Venga Clara! ¡Vamos cinco minutos tarde, ya sabes como son los suizos con la puntualidad!
Clara se quedó sin palabras, intentando asimilar que estaba a punto de cumplir uno de sus sueños como arquitecta: entrar en “su” Clarté. Se dirigieron inmediatamente hacía uno de los inmensos cubos de hormigón visto que conforman las entradas de ambos portales. En cuanto Pablito llamó al videoportero la puerta se abrió y pudieron entrar. Ella decidió no tomar ninguna foto y aprovechar plenamente este momento: la ligereza de la estructura metálica en una caja de escalera abierta bañada por un tragaluz cenital, la luminosidad natural tamizada por el uso de pavimento de vidrio translucido en peldaños y plantas. Le pidió no usar el ascensor para disfrutar de una promenade architecturale más apropiada que nunca…subieron a pie hasta la segunda planta, donde les esperaba sonriente una señora de unos 80 años. Pablito la saludó y le presentó a Clara que se esforzó, con cierta vergüenza, por hablarle en francés.
- Bonjour Madame, je m’appelle Clara.
- Hola Clara, no te preocupes, hablo algo de español. Vestigios de mis viajes de juventud por mi querida Costa del Sol…pero, antes de todo, por favor tutéame y no me llames Madame. Soy Jacqueline y aunque no lo creas te conozco perfectamente: en mi última conversación con tu amigo Pablo, él no paraba de hablar de ti. Somos colegas, yo también he sido arquitecta. Bueno, en realidad siempre lo seguiré siendo, es lo que tiene nuestra profesión. Somos así, siempre nos fijamos en cosas que los demás no ven. Pero discúlpame, ya estoy contándote historietas de persona mayor y estarás impaciente por visitar el piso. Pasad.
La energía y positividad que transmitía Jacqueline al hablar sedujo de inmediato a Clara que sonreía mientras bebía sus palabras.
- ¡Muchas gracias, Jacqueline! No te puedes imaginar cuantas veces he soñado con este momento.
- Te entiendo, pero dale las gracias a tu amigo Pablo. Ha removido cielo y tierra para que esto se cumpla, es un buen chico. Ahora, basta de palabras, es el momento de visitar esta vivienda diseñada por Le Corbusier. Os dejo solos. Mientras estaré en la terraza esperándoos.
Desde los primeros pasos, Clara reconoció en seguida la tipología de la vivienda. Era uno de los dúplex. Al entrar descubrió el salón con su doble altura y la fachada formada por un ventanal de suelo a techo que invitaba a que se inundara de luz el espacio. Las vistas sobre la ciudad eran espectaculares. La cocina independiente y un pequeño aseo completaban esta planta. Una escalera de caracol permitía el acceso al nivel superior con un cuarto de baño y los dormitorios, uno de ellos abierto sobre la doble altura del salón. La visita confirmaba aún más a Clara su opinión sobre el edificio. Le causaba cierta frustración comprobar que desde 1931, fecha de ejecución de la Clarté, el sector no había innovado significativamente, más bien todo lo contrario. En este proyecto, de hace más de 90 años, Le Corbusier utilizó la estructura metálica para liberar la planta, la prefabricación de la mayoría de los elementos para abaratar costes y reducir plazos, la fachada libre, terrazas XL, una suma de conceptos que acababan conformando un inmueble-villa. Una construcción racional que hoy en día parece que hemos perdido y que estamos intentando recuperar…
Después de tomar una copa con Jacqueline, charlando un buen rato sentados en la terraza con el sol del atardecer, decidieron despedirse de su anfitriona, no sin antes agradecerle nuevamente su calurosa amabilidad.
- Ha sido un placer recibiros. Clara, si finalmente me decido a viajar hasta Málaga, te daré un toque para vernos. ¡Hasta muy pronto! ¡Formáis una bonita pareja!
En ese preciso momento las miradas de Clara y Pablito se cruzaron y ambos sonrieron, mientras bajaban en silencio por las escaleras.
Una vez fuera, él le recordó que mañana tenían otra cita.
- Clara se nos ha hecho tarde y tus abuelos te estarán esperando…no te olvides que mañana hemos quedado para hacer un poco de deporte. Me prometiste que vendrías a correr conmigo.
- Sí, claro, aunque no es algo que haga muy a menudo. Lo hago por ti, a ver cómo acabo. Tengo todo lo necesario en mi maleta.
- ¡Perfecto! Entonces te recojo a las 9h00.
Se dieron un abrazo y se despidieron con la mutua sensación de que no olvidarían nunca esta tarde pasada juntos.
Al día siguiente, y a la hora acordada, Clara estaba esperando a su amigo en la calle. Llevaba puestas sus zapatillas de running, los leggins, una camiseta y un cortavientos además de la gorra. No tenía ni idea de donde irían a correr. Hace un par de semanas él simplemente le dijo que iba a participar en una carrera y que quería que le acompañase. En cuanto Pablito apareció con el coche ella se subió.
- Buenos días, Clara, espero que hayas descansado y bien desayunado porque nos espera una mañana muy dura.
- Buenos días. No me asustes. ¿Cuándo me vas a decir donde me llevas?
- Ahora te lo explico.
Ella se puse el cinturón mientras el coche arrancaba y tomaba la dirección de la autopista.
- Es una broma. No te preocupes, se trata de una carrera muy corta de solo 3 km, pero tiene su particularidad. Estoy convencido de que te gustará. Por cierto ¿conoces el edificio Vortex?
- Sí, claro, algo he leído sobre este proyecto diseñado por Dürig. Se construyó para albergar a los atletas durante los Juegos Olímpicos de Invierno de la Juventud en 2020 y ahora mismo es una de las residencias de estudiantes de la Universidad de Lausanne. Lo llamativo del edificio es su planteamiento: se caracteriza por su forma circular y su rampa en espiral que permite una circulación continua entre todos sus niveles.
- ¡Pues allá vamos! Tus conocimientos de la arquitectura no dejan de sorprenderme, pero hoy me propongo hacerte descubrir algo nuevo. Estás continuamente hablándome de la promenade architecturale de Le Corbusier pero seguro que nunca te han mencionado el concepto de la course architecturale, la carrera arquitectónica ¿verdad? Es normal…me lo acabo de inventar.
Durante el trayecto siguieron hablando y aunque ella trataba de sacarle más información, él logró mantener viva su curiosidad hasta llegar a destino. Acababan de salir de la autopista cuando a lo lejos ya se percibía la fachada de madera del volumen, un anillo de 140 metros de diámetro y 30 de altura. Conforme se acercaban iba aumentando el gentío. Todos preparados para correr.
- Clara, creo que es el momento de desvelarte mi sorpresa: vamos a participar en la Vortex Race. Es una carrera que organizan los estudiantes cada año, y su particularidad es que recorre los 3 km de la rampa helicoidal del edificio. Siempre he querido hacerla y se me ha ocurrido la idea de traerte. Será el primer edificio que visites corriendo.
Una sonrisa iluminó la cara de Clara mientras le parecía sentir mariposas en el estómago. Intentó apartarlo de su mente fijándose en la arquitectura del edificio. Aparcaron el coche en un descampado cercano y se deslizaron debajo de la planta circular hasta acceder al patio central. El ambiente era estudiantil, festivo y colorido. Mucha gente calentando, preparándose para recorrer la rampa, una calle de 3m de ancho que conecta las 921 habitaciones del conjunto. La carrera estaba organizada por grupos, el siguiente era el de Clara y Pablito.
- Porfa, no vayas demasiado rápido, quiero disfrutar del edificio.
- No te preocupes Clara, lo entiendo. De todas maneras, después de la carrera nos quedaremos un rato para que puedas echar un ojo.
Ya llevaban varios minutos corriendo y, aunque la rampa solo tenía 1% de inclinación, Clara empezaba a notar ciertas dificultades. Respiraba regularmente. A su vez admiraba las vistas sobre el patio conforme subía y se fijaba en los detalles. Jacqueline tenía razón, los arquitectos nos fijamos en cosas que lo otros no ven. Incluso cuando estamos corriendo, pensó ella, mientras intentaba seguir el ritmo de Pablito. El hormigón visto de la rampa contrastaba con la madera de la fachada y el acero de la sencilla barandilla de barrotes. La ortogonalidad de todas las habitaciones generaba unos atractivos espacios residuales. Todo encajaba y funcionaba, nada sobraba. Estaban a punto de llegar al final del recorrido y no sabía si era por el esfuerzo físico que acababa de hacer, pero era incapaz de decir si había estado corriendo por una rampa, una calle o algo parecido a una terraza…quizás todo ello a la vez. Al llegar a meta abrazó a Pablito. Las mariposas volvieron mezcladas con aquella agradable sensación que le producen los proyectos que consiguen reconciliarla con su profesión. Sin duda el Vortex es uno de ellos. Es distinto a la Clarté. Más de 90 años les separan, pero ambos persiguen lo mismo: una arquitectura residencial de calidad…
De pronto, la inoportuna megafonía del aeropuerto despierta a Clara de los pensamientos en los que lleva inmersa desde que se puso a mirar las fotos del móvil. La brusca vuelta al presente le hace derramar sobre su vaquero lo que quedaba de café frío.
- ¡Vaya que torpe soy! Algo más que lavar cuando llegue a casa. Resignada, intenta secar lo que puede con un pañuelo de papel.
- Última llamada para los pasajeros del vuelo ESJ7025 con destino a Málaga. Por favor diríjanse a la puerta de embarque.
Se levanta, coge su mochila y tira el vaso desechable junto con el pañuelo a la papelera para ponerse en la cola. Después de unos minutos recibe una notificación de WhatsApp: un mensaje de Pablito que le provoca un profundo suspiro, y al que le contesta que ella también. A continuación, abre la app de su aerolínea preferida y busca algún vuelo Málaga-Ginebra para las próximas semanas.
Fotos del edifico Vortex: cortesía de Dürig AG, Zürich y Fernando Guerra | FG+SG
Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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