A estas alturas nadie (en su sano juicio) duda que estamos viviendo una crisis sanitaria y económica con un guion incierto y un aún lejano desenlace. Capítulo tras capítulo vamos descubriendo los contornos de una realidad redibujada por los acontecimientos, y esperamos con creciente preocupación la siguiente entrega.
En esta segunda “temporada” el país vuelve a estar entre los más afectados, mientras parece que otros han aprendido la lección…algo estaremos haciendo mal. En el aspecto económico, viviremos momentos difíciles que conllevarán cambios, obligándonos a tomar decisiones para adaptarnos. Desgraciadamente, no creo que el sector inmobiliario pueda ser inmune a esta situación.
La economía malagueña es tradicionalmente, por su estructura escasamente diversificada y descompensada, una de las más sensibles a las variaciones del contexto empresarial, con un alto nivel de dependencia: la contundencia de la caída de la curva suele verse compensada por una rápida y significativa recuperación.
Más allá de estas “obviedades malagueñas”, observadas durante los años que llevo viviendo aquí, no me veo capacitado para elaborar un pronóstico más preciso de la meteorología económica que nos espera en los próximos meses, y de su repercusión en el sector inmobiliario. Mejor dejemos hablar a los expertos.
Son meses de dura excepcionalidad, que están monopolizando gran parte de los recursos de cada país, y de la que es necesario salir cuanto antes. Un árbol que nos impide ver el bosque del cambio climático. Aunque inconscientemente lo hayamos “olvidado” o dejado “en espera”, el deterioro medioambiental sigue su imperturbable rumbo, indiferente a la crisis que está ocupado medio mundo.
Sabemos que el sector de la construcción es responsable del 40% de las emisiones de CO2 y consume el 36% de la energía global. Existen varias certificaciones medioambientales (LEED, BREEAM, VERDE, WELL…) y sellos constructivos (PassivHaus, BBC Effinergie, Minergie…) basados en la limitación del consumo y la disminución de las perdidas energéticas. En España, las constantes actualizaciones del Código Técnico tienden a aproximarse cada vez más al deseado concepto EECN (Edificios Energía Casi Nula), un término desgraciadamente debilitado por la falta de consenso europeo en su definición técnica.
Según la UE el objetivo 2030 para el sector de la edificación es reducir sus emisiones en un 50-55%, alcanzar un 32% de cuota de energías renovables y un 32,5% de mejora de la eficiencia energética…evidentemente vamos tarde, algunos más que otros. La renovación y actualización técnica del parque inmobiliario existente es, y será, cada vez más, decisivo; al igual que el nivel de concienciación general. En algunos países, antes de comprar una vivienda de segunda mano, la entidad financiera facilita en su web una “calculadora energética” que permite al futuro propietario estimar el coste de una actualización energética y poder valorar/negociar la compra.
Más allá del cumplimiento estricto de las normativas vigentes y buenos propósitos, el sector tiene la obligación moral de una mayor implicación en esta labor. Para ello, es necesario un conocimiento actualizado y una concienciación de los potenciales clientes. Tenemos que acostumbrarnos, al igual que para la compra de un automóvil, a comparar la eficiencia y las características técnicas de una vivienda, más allá de su distribución o tipo de electrodomésticos.
En el caso concreto de Málaga, queda patente su falta de liderazgo en sostenibilidad que contrasta con su extraordinario volumen de obra residencial, superado solo por contadas ciudades del país. Son ocasiones perdidas de aprovechar la faceta innovadora de uno de los pilares de su economía, crear un ecosistema empresarial en su entorno y convertirse en referente de un sector con mucho valor añadido. Todos tenemos puntos fuertes, ámbitos donde destacamos, se trata “simplemente”de encontrarlos y explotarlos.
Es significativo observar que nuestra ciudad sigue sin contar con ningún residencial colectivo Passivhaus. El primer edificio con estas características será el promovido por Exxacon y diseñado por los estudios Cifuentes y Castaño & Asociados, en la zona de Parque Litoral: “Urban Litoral” será una autentica rara avis inmobiliaria de la capital de la Costa del Sol…espero que no por mucho tiempo.
Hay que tener en mente que, a pesar de que nuestra actividad dependa mucho de las circunstancias del momento presente, diseñamos y construimos para el futuro. Posiblemente seamos el sector que más impacto medioambiental tenga a lo largo del tiempo: nuestro trabajo (para bien o para mal) perdurará varias décadas.Quizás sea el momento de aplicar medidas aparentemente implanteables hace unos años.
Para Norman Foster, el arquitecto debe solucionar problemas con la tecnología disponible. En este sentido, siempre me ha llamado la atención el descuido asumido de la gestión del agua en la edificación y las redes de abastecimiento: un bien natural, vital y limitado que derrochamos, mientras tenemos a disposición herramientas y sistemas que permiten su mejor aprovechamiento (detecciones de fugas, almacenamiento de aguas pluviales, reutilización de aguas grises con recuperación de calor…). Un problema real en nuestras latitudes, muy expuestas a condiciones de tensión hídrica, que deberíamos ser pioneros en atajar, mejorando significativamente su gestión. Me temo que, como está ocurriendo con la eficiencia energética, tengamos que esperar a una actualización de la normativa de obligado cumplimiento o a una hipotética ampliación del CTE con un nuevo documento Básico de eficiencia hídrica. ¿La veremos? ¿Estaremos a tiempo de actuar?
“Los edificios deben ser como árboles en el sentido que tienen que formar parte de la naturaleza. También han de producir energía, gestionar su agua, y acoger la vida en su interior.”
Vicente Guallart
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Autor: José García Ruiz
Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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