¿Qué es el diseño empático?
Técnicamente, el diseño empático nace de la observación del usuario final con su entorno y detectando necesidades que aún no sabe que tiene. Como en la mayoría de los planteamientos actuales (en el mundo de los negocios, por ejemplo) el usuario final está en el centro de todas las decisiones y, si pensamos en el diseño, parece absolutamente lógico que esto sea así.
Así, el diseño empático pretende crear objetos (muebles, materiales, elementos, etc.) que nos sean útiles, que den rienda suelta a nuestra imaginación y que, en definitiva, nos hagan sentir bien. Es mucho lo que hemos aprendido sobre cómo nuestra casa y los objetos cotidianos que tenemos en ella nos pueden ayudar a sentirnos mejor. Todo el tiempo que hemos pasado en casa de manera forzosa y, últimamente también, de manera voluntaria, nos ha hecho entender que nuestro hogar debe ser funcional y práctico y, al mismo tiempo, transmitirnos sensaciones positivas más allá de la estética. Y aquí llega el diseño empático para poner sobre la mesa nuevas alternativas y nuevas formas de disfrutar los rincones de nuestra casa.
Algunos ejemplos de diseño empático
Piensa por ejemplo en una manta que utilizarías en casa mientras estás sentada en el sofá. Normalmente tienen una medida que, o bien cubre los pies, o bien cubre hasta el pecho. Los tejidos más agradables suelen ser sintéticos, al igual que sus tintes. Si aplicásemos el diseño empático en este ejemplo, la manta tendría el tamaño necesario para la estatura media que tenemos, de manera que nos cubriese correctamente. El tejido sería sostenible, de tacto agradable e incluso tendría algún sistema sencillo para que la manta se pueda doblar y recoger sin mucha complicación.
Así, pensando en la sensibilidad de los – cada vez más – consumidores con exigencias éticas de diversa índole, muchos diseñadores se esfuerzan por conseguir productos acordes, observando y analizando sus comportamientos. Ahora buscamos que un producto sea sostenible, que se haya producido con condiciones dignas, que sea reciclable o que no afecte nuestra salud. Si además de todas los preceptos anteriores, también cumple con, por ejemplo, ergonomía, estética y practicidad, tenemos el producto ganador. El resultado será un consumidor satisfecho con su decisión al comprarlo y, si se cumple el objetivo al 100%, también será un poco más feliz.
Por ejemplo, ahora se puede encontrar en el mercado un revestimiento para paredes de interior que simula la piel. Está hecho de resina acrílica, es muy suave, no refleja la luz por ser mate, no se marcan las huellas y resiste la humedad y la luz del sol. Se aplica igual que el papel pintado, es flexible, reparable, se puede aplicar en baños, cocinas, paredes curvadas… Y lo mejor de todo, se ha producido sin dejar huella de carbono. Si un consumidor es consciente del efecto de sus decisiones de compra, evidentemente, quedaría muy satisfecho comprando un producto que sabe que no ha tenido un impacto negativo en el medio ambiente. Además, este revestimiento le puede producir otro tipo de sensaciones agradables por su textura y la apariencia final.
Un consumidor cada vez más exigente
Normalmente no nos detenemos a pensarlo, pero cada vez tenemos más elementos que pueden atender al diseño empático en nuestras casas. Por ejemplo, es muy frecuente encontrar lámparas que nos permiten regular la intensidad de la luz, la dirección de la proyección, tienen un diseño atractivo y, probablemente, tenga algún tipo de conexión inteligente. Práctico, estético, útil para distintas situaciones.
Definitivamente, el diseño empático nos facilita la vida. Pero además, tiene un elemento adicional que tiene mucho que ver con las sensaciones, de ahí que sea algo más complejo. El usuario final de un producto diseñado de esta manera, suele tener cierta sensación de satisfacción o felicidad (aunque sea temporal) que nace de su uso, su tenencia, o de la conciencia de ese usuario como consumidor. Ya no compramos sin pensar qué hay detrás de un producto y nuestro consumo tiene cada vez más aristas. El diseño empático, al igual que con factores como usabilidad, estética o practicidad, considera elementos éticos que son importantes para el consumidor.
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Autor:
Gema Armenta
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