Días, semanas recluidos, por nuestro bien, por el de los otros y sobre todo por el de nuestros mayores. Sumando días mejores y días peores, va pasando este aislamiento forzoso de la mano de la inquietud creciente, alimentada por la inmovilización casi total de la economía global, provocada por la irrupción de un elemento exógeno. Dudas y preocupaciones que hacen difícil desconectar de la actualidad diaria.
Durante todo este tiempo, la arquitectura residencial se ha convertido, sin buscarlo, en el único entorno cotidiano de muchos de nosotros. Llevamos más de un mes confinados en el interior de nuestras viviendas, unos espacios anteriormente ocupados de manera intermitente, ritmado por el compás del vaivén de nuestras frenéticas vidas: trabajo, colegio, compras, deportes, actividades, transportes…
Repentinamente, nos hemos visto obligados a convivir todos juntos durante todas las horas del día. Según las características y tamaño de nuestras viviendas, hemos tenido más o menos fácil el reparto “territorial” de las estancias, reclamadas por las actividades diarias de cada uno. Son momentos en los que la palabra hogar reviste todo su sentido.
Hemos podido comprobar y descubrir las carencias o cualidades de nuestras casas. Un aprendizaje empírico de la importancia de los metros cuadrados, la ventilación, la luz natural o de los espacios exteriores en el diseño de una vivienda. Sin duda esta nueva realidad que estamos experimentado, ha cambiado la percepción que teníamos de nuestras casas y quizás nos pueda llevar a replantearnos el modelo residencial tipo. Tenemos que reconsiderar el concepto de calidad en el diseño del proyecto y demandar una arquitectura pensada para vivir en ella, alejada del tradicional y agobiante “habitáculo encapsulado”.
Es el momento de pensar que vivienda queremos, y se me agolpan varias cuestiones.
La primera está relacionada con la brusca e improvisada implantación del teletrabajo. Su descubrimiento, junto con la constatación de sus numerosas ventajas, se ha visto empañado por la carencia de un espacio previsto para ello en nuestras casas. El trabajo a distancia ha llegado para quedarse. Estoy convencido que veremos muchas propuestas arquitectónicas que ofrecerán una solución, aunque sea un rincón, para poder teletrabajar cómodamente.
Este encierro nos ha demostrado la necesidad y la utilidad de tener amplias terrazas: generosas prolongaciones exteriores de nuestras viviendas. Estos valiosos espacios abiertos, con un coste reducido, no solo no podrán seguir siendo testimoniales o inexistentes, tendrán además que mejorar su accesibilidad, eliminando cualquier tipo de escalón.
Quizás se generalice la implantación de sistemas que permitan optimizar el aprovechamiento de cada metro cuadrado de nuestras casas, como son los tabiques móviles y los muebles multifuncionales convertibles: soluciones que ofrecen un uso variable del espacio disponible, adaptándolo en tiempo real a las necesidades del momento: un Mundo de vidas cambiantes que requieren versatilidad. El metro cuadrado es caro, y el desafío será sacarle todo el rendimiento posible. Entrando más en detalle, posiblemente veamos generalizarse en los edificios residenciales, en sus zonas comunes, ascensores, accesorios y superficies con tratamiento anti gérmenes y apertura de puertas a distancia para evitar su manipulación mediante el contacto físico.
Las consecuencias del distanciamiento social en el mundo inmobiliario
Una evidencia: mientras no haya fármaco o vacuna capacitada para protegernos del Covid-19, el “distanciamiento social” regirá nuestras vidas diarias. Un daño colateral que persistirá varios meses, y que podría afectar al Coliving. Estaremos atentos a la evolución de este nuevo, y prometedor, modelo residencial basado en compartir espacios y aficiones comunes, fomentado la interacción y la sociabilidad. Paradójicamente, la crisis actual nos ha revelado la necesidad de equipamientos y servicios de este tipo: el individuo hiperconectado sigue siendo un animal social, incapaz de vivir sin sus semejantes.
Durante estos últimos meses afloraron síntomas de agotamiento del mercado inmobiliario residencial, traducido por un cambio de tendencia. El Covid-19 actuará como un factor multiplicador y acelerador sobre nuestro sector: las promociones con bajo ritmo de absorción, bajarán aún más, el “built to rent” que estaba empezado a implantarse se va a generalizar (tendrá que competir con la reconversión masiva de los pisos turísticos al mercado del alquiler a largo plazo), y si antes teníamos que proyectar teniendo en cuenta el aspecto económico, a partir de ahora lo será aún más…
Por ahora, no estamos viendo muchas cancelaciones de compraventa de viviendas. El estado de confianza del cliente, así como su capacidad de pago son clave, y el incierto rumbo de la economía global invita a la prudencia. Debido a la inseguridad que rodea el mercado bursátil, se percibe un cierto interés inversor por las viviendas “prime”, lo que podría ser beneficioso para un segmento clave del mercado residencial de la Costa del Sol.
La situación irá variando según se vayan produciendo los acontecimientos, y un reajuste de los precios no es descartable. La venta se verá impactada, lo que impulsará la inversión en “proptech”. Más que nunca hay que estar atentos a las próximas semanas, y dispuestos a asimilar el nuevo escenario que se irá conformando, para ir proponiendo soluciones eficientes.
Posiblemente, la irrupción del Covid-19 transformará nuestro modo de trabajar, de convivir e interactuar con los demás. Los cambios no serán inmediatos, pero según vayamos saliendo de la crisis, los veremos emerger progresivamente, hasta sustituir conceptos anteriores que considerábamos incuestionables. Tendremos que ser valientes y adaptarnos.
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Autor: José García Ruiz
Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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