Ya se fue. Ocurre lo mismo año tras año. Y en este caso, mi incipiente madurez no me es de ninguna ayuda. Aunque sea perfectamente consciente del preciso instante de su llegada y de las semanas que permanecerá a mi lado, siempre acabo echándole de menos. A pesar de anticiparme, preparándome anímicamente para saborear cada instante de su presencia e irresistible personalidad, tengo esa desalentadora sensación agridulce que deja en mi paladar después del último sorbo. Un aroma en boca adictivo y familiar, una suerte de “magdalena de Proust” que me transporta irremediablemente a todos mis anteriores meses de septiembre: el momento de la despedida del verano y de sus inseparables vacaciones, en el zaguán de un austero otoño…
A los más jóvenes de casa, siempre les digo de prestar especial atención a aquellas pocas semanas que permiten el disfrute en familia, haciendo de todo y nada a la vez. Que no se dejen llevar por esa embriagadora sensación de impunidad frente al paso del tiempo. La naturaleza de las actividades que se comparten en esos días soleados resulta secundaria, lo importante es que estamos juntos. Esos son los momentos que conformaran sus memorias familiares el día en el que los años empiecen a correr y se den cuenta que aquellos instantes que parecían insignificantes nunca volverán.
El verano es sinónimo de ligereza, ocio y despreocupación. Un período del año en el todos intentamos “desconectar” para “recargar las pilas”, pero parece que mi estación preferida ha madurado al dar un paso adelante y abrirnos los ojos a todos sobre un asunto que veíamos demasiado lejano. A modo de aquel amigo gracioso de la pandilla, que un día te llama para comentarte a solas un hecho transcendental que cambiaría vuestras vidas, dejándote descolocado y pensativo, este último verano nos ha mostrado en tiempo real algunas de las consecuencias del cambio climático.
Agosto 2022 quedará en mi memoria como un punto de inflexión en la toma de consciencia global ante la situación climática. No recuerdo haber pasado tanto calor en las calles de mi ciudad de adopción. Una realidad compartida no solo con la mayoría de los malagueños, sino también con madrileños, parisinos, londinenses…una ola de calor que hizo subir inusitadamente las temperaturas en toda Europa, provocando una brusca aceleración de la sequía en áreas históricamente salvaguardadas, al mismo tiempo que favoreciendo la aparición de incendios forestales en latitudes nunca antes impactadas, con unos bomberos desamparados frente a un nuevo y virulento enemigo.
Es tristemente evidente que vamos tarde. A pesar de tener todo el conocimiento al alcance de la mano y beneficiarnos de las tecnologías más avanzadas, seguimos necesitando vivir en persona un hecho para tomar verdaderamente consciencia de su impacto y de todo lo que conlleva. Somos seres sensibles, somos humanos.
Esto acaba de empezar y va a ir a peor, de tal manera que ya no se trata de evitarlo sino de adoptar medidas paliativas, en paralelo a las actuaciones que van enfocadas a frenar la progresión de estas subidas de temperaturas globales.
Nuestra actividad inmobiliaria se desarrolla fundamentalmente en las ciudades, donde la mayoría vivimos, trabajamos…Los núcleos urbanos están siendo particularmente sensibles a la escalada de calor que hemos sufrido este verano. Debemos actuar para adaptarnos y mitigar los efectos de un incómodo “invitado” con el que vamos a tener que convivir a partir de ahora por un periodo indefinido.
Muchas ciudades están actuando en este apartado, tratado de mejorar su “sistema de enfriamiento” de la manera más sostenible posible. Todas ellas elaboran políticas concretas de vegetalización de espacios públicos con la ayuda de un protagonista conocido por todos: el árbol. En un reciente estudio, la ETHZ (Escuela Politécnica de Zürich) ha confirmado el poder refrescante de estas plantas cuantificándolo en hasta 12ºC.
Tenemos que rectificar el camino andado en urbanismo y dar un giro hacia la naturalización de nuestras ciudades, huyendo de aquellos diseños formales de plazas duras e inhóspitas en horas soleadas. Los expertos recomiendan no obsesionarse con el indicador de número de metros cuadrados de zonas verdes por habitantes, que podría llevar a promover grandes zonas verdes alejadas, para apostar por la eficacia de una red de pequeños parques interconectados y repartidos en el tejido urbano de manera que todos tengamos uno a menos de 300 m. Para ello es necesario seleccionar especies arbóreas adecuadas sin autolimitarse a las autóctonas, dado el cambio de climatología, y evitando el uso abusivo de fotogénicas pero ineficientes palmeras. Para ayudar a ello, muchas ciudades aplican el índice de dosel arbóreo, una herramienta que arroja el porcentaje ocupado por las copas de los árboles sobre la superficie del municipio, facilitando la localización de islas de calor y zonas de actuación.
Echo de menos un Plan Director de Vegetalización de calles y espacios públicos para Málaga. La candidatura a la Expo 2027 con el lema “La era urbana: hacia la ciudad sostenible” tiene que ser la ocasión para que nuestra ciudad dé un salto de calidad, más allá de la consecución de su celebración y la ejecución del recinto de la Expo en las afueras. El Ayuntamiento debería aprovechar la inercia generada para iniciar una actuación necesaria para Málaga. Establecer un catálogo de actuaciones adaptadas a cada tipología de calle, plaza o paseo; según su orientación, entorno y pavimentación. Una estrategia consensuada a largo plazo, capacitada para dotar a la ciudad del escudo vegetal imprescindible para que le permita combatir las olas de calor venideras en las mejores condiciones, por el bienestar y calidad de vida de sus habitantes.
Esta fantástica candidatura para la Expo tiene a su vez que impulsar actuaciones tangibles en la ciudad, que cada malagueño pueda percibir y disfrutar a diario recorriendo las calles de su barrio. Espero que aquello no se quede en un evento temporal al que asistiremos presentado nuestra entrada en las taquillas, o incluso peor…en un mero greenwashing urbano.
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Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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