Un año ha pasado…cuando, por aquel mes de marzo, unas inimaginables circunstancias tomaron la decisión unilateral e innegociable de impartirnos una clase magistral sobre el valor de lo cotidiano, una enseñanza que desgraciadamente no podremos añadir a nuestro currículum. Sin ser conscientes de ello, iniciamos todos juntos un incierto camino hacia la añoranza de actividades, instantes, o situaciones anteriormente menospreciadas, preguntándonos cuándo esta persistente neblina dejará por fin paso al cálido alivio de un sol radiante.
Sin saber por qué, durante estos meses me he sorprendido “reordenando” mis recuerdos. Unos instantes, que, por diversas razones, se quedaron grabados en mi mente. Muchos de ellos ocupan un cajón de mi memoria por los valores insospechados que me desvelaron en aquel momento, amueblando automáticamente alguna estancia de mi razón.
Recuerdo perfectamente cuando, en mi primera semana de facultad, uno de mis profesores, apasionado por la Arquitectura, nos revelaba cómo esta profesión iba a cambiar nuestra percepción de la realidad cotidiana. Nos dijo, entre otras cosas, que empezaríamos a recorrer las ciudades con la mirada alta, y no por el simple hecho de ser arquitectos sino porque seríamos capaces de apreciar el heterogéneo paisaje urbano que conforman las fachadas de cada uno de sus edificios.
¡Qué razón tenía! Desde entonces, suelo ir caminando por las calles al acecho de algún alzado inspirador.
Cada ciudad tiene su propio y reconocible mosaico de portadas constructivas repartidas por sus calles, auténticas pasarelas arquitectónicas, transitadas a diario por unos apresurados y (aparentemente) indiferentes viandantes. Quiero creer que algunos son sensibles a la vestimenta que luce cada edificio, instintivamente capaces de experimentar aquel atractivo que puede llegar a despertar en ellos, sin saber muy bien por qué.
La elección y el diseño de una fachada es una etapa muchas veces menospreciada en los edificios residenciales. La valoración, aprobación y avance de un proyecto depende casi siempre del dictamen de las consagradas hojas de cálculo, mientras algunas cualidades de la envolvente se quedan fuera del radar cuantitativo establecido por las fórmulas aritméticas de dicha herramienta informática.
Con la irrupción del hormigón armado, a principios del siglo pasado, y la consecuente aparición del sistema pilar/viga, las fachadas consiguieron despojarse de su restrictivo papel estructural. A partir de aquel instante se abrió un mundo de posibilidades técnicas y estéticas que sigue vigente hoy en día, adquiriendo por analogía la apelación y la función de piel. La membrana protectora y la imagen del edificio.
Las tipologías de fachadas aplicadas en el residencial son numerosas, cada una caracterizada por su acabado exterior y con una eficacia técnica condicionada a la composición de todas sus capas. Algunas son ventiladas con un acabado cerámico, pétreo, u otro contemporáneo material composite. Otras se resuelven con los versátiles paneles de GRC o mediante el eficiente SATE, sin olvidar la versatilidad compositiva que permiten los petos de terrazas. Aunque la mayoría terminan con el “tradicional” enfoscado sobre ladrillo, ocasionalmente bien ejecutado. Mientras, emergen soluciones industrializadas, con montaje interior e indudables ventajas, destinadas a convertirse en un estándar del sector.
La envolvente marca la frontera entre el exterior y el interior, teniendo como misión prioritaria proteger este último de las inclemencias climáticas y del ruido, logra reducir el consumo energético y conseguir un confort óptimo. Además de estas cualidades térmicas y acústicas, respaldadas por las carpinterías y los vidrios, aflora el componente estético de la fachada, la imagen final del edificio, resultante del diseño volumétrico del alzado y del tipo de acabado seleccionado.
La existencia de consultorías de fachadas evidencia su complejidad, así como su creciente protagonismo en el desarrollo de los proyectos. En la elección de la envolvente, está en juego la impronta instantánea que dejará el edificio. Su ADN. Lo queramos o no, suele ser el elemento arquitectónico que subjetivamente, y desde el primer golpe de vista, deja una impresión positiva o negativa de todo el trabajo realizado. La apariencia que queramos dar al edificio es fruto de un equilibrio funcional y estético, un juego de luces, sombras, colores, huecos de ventanas, vuelos de terrazas y paños ciegos.
Es el elemento más expresivo del edificio: definirá su “personalidad”, su estado de “salud” y sus “rasgos”. Condicionarán la percepción física que tendrá el viandante. Es cuestión de apariencia, de imagen, únicamente de lo que es visto. Vale la pena detenerse, para estudiarla, valorando todas sus facetas para finalmente alcanzar el equilibrio entre eficiencia y estética. No es un elemento secundario, ni vale aplicar cualquier solución. Cada proyecto residencial es distinto por sus características funcionales y su entorno, mereciendo ser considerado como tal.
Y porqué no decirlo: finalmente se trata de alcanzar la belleza, algo difícil de conseguir y más aún de explicar, pero gratificante para cualquier ciudad.
La belleza de una envolvente es lo que hace que uno se detenga ante un edificio para contemplarlo, disfrutando de las emociones que despierta en nosotros. La arquitectura también es un medio de comunicación, capaz de confeccionar, mediante las fachadas, unos de los ingredientes que suscitan el encanto de algunas calles o el rechazo de otras.
Hay que reconocer que desafortunadamente, y por diversas razones, Málaga no se encuentra entre las ciudades más valoradas en este aspecto, abundando los barrios revestidos de fachadas taciturnas que invitan a esquivarlos. Pero por otra parte, inspira optimismo, comprobar que desde hace varios años, van eclosionando proyectos residenciales con fachadas de notable calidad arquitectónica, como son el anguloso Auditorium (Asenjo y Asociados), el reciente Edificio María José (Muñoz Miranda Arquitectos), o los prometedores Málaga Towers (Estudio Lamela), Malaca Delta (Leclerq Associés), y Urban Sky (Morph Estudio), sin olvidar algunas realizaciones situadas en la zona de Teatinos, entre las que destacaría las promociones Navis y Kane (HCP) para concluir con Sky Garden (Asenjo y Asociados). Vamos en la buena dirección.
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Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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