Estamos en septiembre. Es martes y ya son las 18h31. Varios compañeros acaban de irse, otros están a punto de hacerlo. Al pasar a su lado, algunos se despiden, ¡hasta mañana!, mientras que el resto sale apresurado por cruzar el umbral de la puerta de la oficina cuanto antes. Entretanto, delante de su pantalla, Clara ajusta el último tabique de la vivienda de tres dormitorios. No le gusta dejar tareas a medias. Es la enésima variante de aquella planta tipo. Sigue sin estar convencida de la distribución, aunque la promotora diga lo contrario. Mañana tocará proyectar el ático y entonces quizás, con la mente despejada, su percepción del trabajo realizado hoy varíe…ya veremos. Unos últimos toques de ratón para cerrar el programa, apagar el ordenador, seguidamente recoger su botella de agua y colgarse la mochila al hombro. El tiempo de despedirse de los rezagados le sobra para abandonar el edificio y sumergirse bajo el cálido sol del atardecer malagueño. Cómo cada día a esta hora se dirige a buen ritmo hacia su parada de autobús. Aún le queda más de media hora de trayecto en el 3 hasta llegar al barrio de la Luz, el lugar donde encontró su independencia hace un par de años. Es un exiguo estudio que da a un patio interior con poca luz natural, pero con un alquiler dentro de su ajustado presupuesto. Puede parecer inhóspito a primera vista, pero es su hogar, como le gusta contestar a los que menosprecian su lugar de vida que tanto le costó hacer realidad. Es cabezona.
Reconoce que aquel piso en Cártama, que encontró a través de un portal inmobiliario y que llegó a tener apalabrado, era muy chulo, pero ella quería, por encima de todo, vivir en su ciudad. Por algo hay que empezar.
De camino a la parada, echa un ojo a la app de la EMT para constatar que el próximo autobús llegará en 12 minutos…resignada, aminora el paso y aprovecha para comprobar un par de mensajes pendientes en su WhatsApp: una ocurrencia de un compañero en el grupo del trabajo que le arranca una sonrisa y un recado de su madre que puede esperar a mañana. Le llamará más tarde.
Por fin llega a destino. La cola de gente esperando el autobús es enorme, alguno se habrá averiado. Nada nuevo. Es la última en llegar, así que coge su sitio en la fila y, mientras espera con los auriculares puestos, escuchado su playlist de música animada, mira fijamente calle abajo.
A lo lejos, entre el enredo de los coches circulando, y la alineación de árboles, Clara adivina la playa, el azul del Mediterráneo y sus palmeras. Se sorprende recordando sus recientes vacaciones en Cabo de Gata: 10 días en un entorno relajante, divirtiéndose con su grupo de amigas hablando de todo y de nada…
Desgraciadamente el claxon de un automóvil le devuelve a la realidad: Clara mira hacia atrás para constatar que ya no es la última. Sin noticias del autobús decide regresar a sus pensamientos vacacionales. De repente le parece intuir que su mente le pega un empujón en la espalda sugiriéndole fugarse de todo aquello: ¿Por qué no? Inconscientemente Clara agarra la correa de su mochila y bajo la mirada incrédula de sus compañeros de cola, se va corriendo hasta la playa.
En menos de un minuto se encuentra caminando por el paseo marítimo. Mucho mejor así, piensa ella. Respira hondo, se relaja disfrutando de la vistas, el horizonte despejado y toda esta gente aprovechando las últimas horas de sol en la playa.
Al cabo de un rato andando se decide a quitarse sus sandalias para pisar la templada arena mientras las lleva colgando de una mano. Busca una zona tranquila y se sienta allí mismo, sin más. El vaquero lo aguanta todo. Al cabo de un rato algo le viene a la mente y lo comprueba al instante. Efectivamente, el libro que le regaló su amigo Pablito desde Ginebra para su cumple sigue guardado en uno de los bolsillos de su mochila. Es una reedición limitada de ”Vers une Architecture” escrito por Le Corbusier. Un detalle de Pablito que le encantó, demostrando lo bien que la conoce.
Un texto ciertamente desfasado en algunos aspectos (acaba de cumplir 100 años) pero vigente en otros muchos. Es uno de los textos fundamentales de la arquitectura moderna. En esta obra, Le Corbusier expone sus ideas sobre cómo la arquitectura debe adaptarse a las necesidades de la vida moderna, tomando como referencia los avances tecnológicos y las nuevas formas de vida que surgían en el siglo XX. La historia parece repetirse. Clara lo considera la premisa del concepto de “promenade architecturale” (paseo arquitectónico) que desarrolló este arquitecto y que ella lleva tatuada en su mente desde su primer año de carrera. Siempre recordará aquel temido profesor de taller de proyecto: un joven arquitecto parisino engreído y desagradable al trato que parecía disfrutar machacando las propuestas de los estudiantes pero que estaba apasionado por Le Corbusier. Un entusiasmo arquitectónico que contagió a Clara el día que explicó la idea del paseo arquitectónico. Lo recuerda como si fuera ayer: “…es una forma de describir cómo una persona experimenta un edificio al recorrerlo. Nunca olvidéis que la arquitectura no es solo una construcción estática, sino una experiencia dinámica que se despliega en el tiempo y el espacio mientras el observador se mueve a través de ella”. Desde este instante su manera de percibir y proyectar un edificio dio un vuelco. Lo experimentó en persona cuando visitaron la Villa Savoye durante el viaje de estudio de aquel mismo año. Una casa diseñada para ser recorrida, desde el acceso por la rampa que conecta los niveles hasta el techo-jardín, ofreciendo diferentes perspectivas y vistas a lo largo del camino.
¡Qué lejos queda todo esto! No se arrepiente de haber dejado sin acabar sus estudios de enfermería para orientarse hacia la arquitectura. Las ciencias de la salud no le llenaban. Siempre tuvo cierto interés en aquella disciplina que junta técnica y creatividad para crear espacios capaces de provocar emociones en los usuarios. Poder jugar con la escala, la luz, los huecos, las sombras, los colores, los materiales le maravillaban. Ella también quería hacerlo. Fue una decisión que pocos entendieron en su entorno. Algunos le tildaron de capricho pasajero mientras que otros apostaban que lo dejaría al cabo de unos meses. El tiempo y el apoyo de los amigos más cercanos le dio la razón.
Clara sigue sentada en la playa que poco a poco se va vaciando. El mejor momento del día para ella. La lectura del libro aflora muchos momentos de la carrera en los que disfrutó implicándose en cada uno de los proyectos y compartiendo opiniones con los compañeros. Está contenta de lo conseguido: trabaja en un estudio de arquitectura de su propia ciudad, aunque es cierto que lleva un tiempo desengañada con la realidad del día a día. La desalentadora percepción de estar diseñando viviendas que difícilmente podrá un día adquirir. Decisiones arquitectónicas demasiado escasas en proyectos residenciales dirigidos por incuestionables tablas de Excel que dejan poco espacio a la creatividad de la que ella bebió durante sus años universitarios. Qué lejos quedan aquellos trabajos de volumetrías, proporciones, analizando las circulaciones, las vistas y las orientaciones. La fachada parece resistirse, siendo el último reducto creativo, un lienzo aún a disposición del arquitecto para caracterizar el edificio, darle personalidad propia…pero Clara no quiere que todo lo que le fascinó de esta profesión se quede en una mera “arquitecta de exteriores”.
Mientras disfruta de la puesta de sol, se pregunta si todo esto es una sensación pasajera debida a la vuelta de vacaciones, o si se avecina alguna nueva decisión de las suyas para aproximarse más a lo que le gusta. Necesita volver a disfrutar de lo que hace. Sonríe. Mientras, igual se apunta al taller de teatro que ha montado su amiga María, y que lleva semanas insistiéndole, o se pone a escribir sobre sus inquietudes. Quien sabe. El sol acaba de despedirse. Resignada, se sacude la arena del vaquero, es el momento de guardar el libro y recoger la mochila para irse. Lo que tiene claro es que el improvisado autorregalo que acaba de hacerse viniendo a la playa después del trabajo, lo repetirá más pronto que tarde. Le ha encantado.
Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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