La vida siempre nos reserva alguna prueba, más o menos dolorosa, que inevitablemente acaba contribuyendo, junto a otras, a moldear nuestra personalidad. Un perfil que se va dibujando conforme vamos sorteando obstáculos y acumulando experiencias. Sin duda, estos últimos meses (y los siguientes), dejarán su huella en cada uno de nosotros…
Asimismo, la Historia de una ciudad está compuesta por las huellas que van dejando los acontecimientos naturales y las distintas actividades de sus habitantes, sean estos acertados o no. La Urbe acaba asemejándose a un ser vivo en constante transformación, con sus cualidades y sus defectos, “psíquicos” o “físicos”.
Málaga capital no es ajena a ello: desde que me instalé en ella, hace casi 23 años, la ciudad ha entrado en un periodo de mejora constante de sus servicios e infraestructuras. Esta evolución, muchas veces criticada pero nunca ignorada, no puede ocultar las actuaciones que quedan pendientes. Una ciudad como Málaga debe conseguir mantener un entorno urbano atractivo y funcional, planificando intervenciones “quirúrgicas” capaces de mejorar su diseño y funciones orgánicas, mediante disciplinas como el urbanismo, la arquitectura o la ingeniería.
Evidentemente, puede darse el caso que ciertas operaciones revistan, por diversas razones, un carácter urgente requiriendo una decisión valiente.
En Málaga tenemos una reivindicación histórica que lleva reclamando una solución que la población nunca acaba de vislumbrar: resulta doloroso contemplar, en el siglo XXI, la capital de la Costa del Sol dividida físicamente por el cauce seco del Guadalmedina.
El Guadalmedina
Podemos decir que Málaga lleva siete siglos (!) buscando una fórmula que permita unificar los dos márgenes, y a su vez resuelva el problema de las riadas. El primer desbordamiento registrado (y recogido en el libro “Efemérides malagueñas” de José Luis Estrada) se produjo el 28 de octubre de 1434, desde entonces se han sucedidos innumerables estudios y propuestas de la sociedad malagueña buscando una solución. Quizás, el que estuvo más cerca de conseguirlo, fue el ingeniero de Caminos Juan Dorao Orduña, cuando presentó, en los años 40 del siglo pasado, un proyecto viable de desviación del Guadalmedina que fue descartado por la construcción de viviendas en Ciudad Jardín, zona afectada por el nuevo trazado del río.
Es indiscutible que, esa incapacidad histórica de la sociedad civil y política para hacer realidad una solución, ha dejado la ciudad con un problema: un foso de hormigón, de 35 a 60 metros de anchura y unos cuantos de profundidad, que quiebra el centro de la capital de la Costa del Sol de norte a sur. El río, entorno atractivo y noble de muchas otras ciudades, se ha acomodado en Málaga en un encauzamiento seco e insalubre digno de los “mejores” suburbios industriales.
Es difícilmente entendible como esta ciudad, que aspira siempre a más, está poco a poco asumiendo y viendo como normal tener en pleno centro un colector de pluviales a cielo abierto, que durante sus largos periodos de inutilización se convierte en basurero, produciendo un paisaje “fluvial” urbano inédito e inhóspito.
La recuperación del Guadalmedina
La recuperación del Guadalmedina, y su integración en la vida urbana, es la gran asignatura pendiente: siempre prometida, nunca cumplida. Una transformación y una oportunidad única que podría generar numerosos beneficios entre los cuales podemos destacar la reactivación urbana de ambos márgenes más allá del entorno inmediato, la generación de nuevos espacios, la creación de nuevas conexiones, la puesta en valor de edificios anteriormente ignorados o la impulsión de nuevas propuestas inmobiliarias y urbanísticas. En este sentido, la iniciativa privada parece haberse adelantado apostando por proyectos emblemáticos en los márgenes del río, como la promoción AQ Urban Sky: dos torres de 32 plantas, situadas en Martiricos, a proximidad de la Rosaleda.
Lo más destacable, ocurrido estos últimos 10 años, fue el Concurso de Ideas lanzado en 2012 por la Fundación CIEDES del Ayuntamiento de Málaga, junto con la Administración Autonómica de la Junta de Andalucía y Confederación Hidrográfica del Gobierno Central, para aportar soluciones urbanísticas y arquitectónicas al tramo urbano del Guadalmedina. Aunque desgraciadamente la convocatoria no era vinculante, esta tuvo el valor de reabrir el debate en el que todas las propuestas coincidían en tratar de recuperar el cauce dándole un uso público.
En mi opinión, el proyecto ganador (Estudio Seguí) podría constituir un buen punto de partida, estableciendo las bases que debería cumplir esta actuación decisiva para el desarrollo de la ciudad: partiendo de un estudio que garantice la seguridad hidráulica de la ciudad, se plantea gestionar el embalse del Limonero de modo que sea posible mantener un caudal continuo que permita que Málaga, deje de estar dividida por una rambla seca. En su tramo urbano, esta lámina de agua es la “excusa” para eliminar los muros del encauzamiento mediante terraplenes, laderas ajardinadas que faciliten la accesibilidad y conviertan el río en un importante espacio público con un entorno paisajístico de calidad.
Es la dirección a seguir para que el Guadalmedina sea un eje vertebrador de la ciudad.
Estamos necesitados de proyectos estimulantes capaces de activar toda la sociedad malagueña en su conjunto, y quizás sea un “buen” momento, aprovechando que las autoridades locales y autonómicas son del mismo color político, para aunar voluntades y conseguirlo…por fin.
Ojalá llegue el día en que los malagueños puedan mirar satisfechos al río, y ver la imagen de un nuevo espacio urbano atractivo y pensado para el disfrute. Ojalá encontremos pronto el “equipo quirúrgico” capaz de acometer esta tan esperada operación y cerrar la herida que logre cambiar la fisionomía de nuestra ciudad.
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Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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