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Malagueños - obranuevaenmalaga

No es ciudad para malagueñ@s

He dudado mucho antes de ponerme a escribir este artículo. Trata de un asunto que muchos expertos y algunos gurús han sobradamente analizado y valorado, de manera más o menos acertada. Los datos son públicos y conocidos por todos. Periódicamente nos llega información describiendo el problema del acceso a la vivienda, ya sea en propiedad o de alquiler. No voy a aportar ningún elemento nuevo en el diagnóstico de la situación. Hay gente muy buena por ahí, y mejor capacitada que yo, para explicarlo.

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Soy sencillamente un arquitecto que lleva 25 años trabajando en Málaga, como otros muchos, lidiando con esta complicada profesión. Un miembro del equipo de unos de los estudios más valorados de la ciudad, dedicándome principalmente a redactar proyectos de conjuntos residenciales y de urbanización. No estoy inmerso en el complejo mundo de la gestión inmobiliaria. Participo en el diseño arquitectónico del producto que se vende y observo con cierta tristeza la evolución de su mercado.

Un arquitecto, además de desempeñar honestamente las labores propias de su profesión, debe dar su opinión acerca de los que sucede en su ciudad. Es un axioma que mis profesores de facultad grabaron a fuego en mi mente.

Tengo la desagradable sensación de que nos estamos recreando demasiado en describir una realidad. Nos conformamos siendo meros reporteros gráficos de una desgracia que estamos padeciendo: la progresiva elitización de nuestra ciudad. Algunos opinarán que es el precio a pagar por una Málaga exitosa y atractiva, aunque el tiempo pasa y la situación empeora. Creo que es el momento de llevar al paciente a quirófano y aliviar su problema. Echo de menos la puesta en marcha de mecanismos realistas y una movilización general del sector, más allá de iniciativas puntuales ciertamente adecuadas, pero con un impacto limitado. Tenemos un peso significativo en la economía. La colaboración de la administración es indispensable. En este siglo XXI el sector privado ha ganado en agilidad y liderazgo, tiene que tomar la iniciativa. Como todos temíamos, intervenir en los precios es intentar resolver el problema desde el lado equivocado. Nunca ha dado buenos resultados. Hay que actuar aguas arriba gestionando adecuadamente la distribución de los recursos económicos. El gasto público tiene que ganar en eficiencia. Deberíamos ser capaces de unir fuerzas para ser parte de la solución y no el problema.

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Este es un artículo con un titular doloroso para una ciudad que me ha dado mucho. Aquí llegué en 1997: “extranjero” recién titulado, inexperto y sin ningún conocimiento previo del infinito universo normativo español. Más verde que un kiwi pero ilusionado. Unos hándicaps que no afectaron a la hospitalidad de Málaga. En ella tuve la suerte de poder desarrollar mi profesión, participado en proyectos emblemáticos como el FYCMA (a la espera de su anhelada ampliación), y encontrar con cierta facilidad una vivienda cerca del centro, que acabó siendo el hogar de una familia con dos hijos malagueños con tintes ginebrinos. Málaga me acogió como uno más, haciéndome sentir parte de ella, aunque mi temperamento sigue siendo más propio de un lugareño de la costa del lago Léman que del Mediterráneo andaluz.

Hoy en día el relato de mi llegada a esta ciudad sería bien distinto: tendría serias dificultades para encontrar una vivienda acorde con mis ingresos, más aún si la buscase cerca del centro. Para un malagueño, vivir en su ciudad se ha convertido, poco a poco, en una quimera que en algunos casos consigue concretarse en uno de sus municipios circundantes convertido en ciudades dormitorio a cambio de conexiones viarias saturadas y una movilidad en entredicho. Otros, aventureros por descarte (o no), deciden lanzarse en proyectos de vida alejados de su ciudad natal.

Progresivamente, una franja cada vez más grande de la población malagueña se está quedado fuera de un mercado inmobiliario que goza de buena salud pero que parece más atraído por las rentabilidades que ofrecen las viviendas para foráneos con mayor poder adquisitivo. Se está expandiendo en todos los barrios, como lo hemos podido comprobar con el último built to rent en calle Río Gargálicas. El residencial se ha convertido en un artículo de lujo al alcance de uno pocos cuando es una necesidad para todos. Nuestra ciudad sufre los daños colaterales, volviéndose exclusiva, un producto inalcanzable que contemplamos detrás de un deslumbrante escaparate y que visitamos puntualmente sin ser verdaderamente parte de ella.

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Es un lugar al que acudimos y que consumimos, paseándonos por sus abarrotadas calles de “cartón-piedra” que dejamos desiertas una vez acabada aquella cena en un restaurante instagrameable, rumbo al extrarradio residencial mientras comprobamos el número de likes. “Así la ciudad pasa a ser un espacio cuyas funciones básicas, vivir y relacionarse, quedan subordinadas respecto a su capacidad como producto” (Jorge Dioni López, 2023, El malestar de las ciudades).

Atrás se están quedando los fundamentos de la Ciudad y los elementos que conforman su carácter distintivo.

Cultura y Patrimonio: Las tradiciones, la historia, el arte, la arquitectura y las expresiones culturales propias de una ciudad contribuyen significativamente a su identidad. El centro se vacía de identidad propia para llenarse de iconos franquiciados implantados en muchas otras calles del mundo.

Paisaje Urbano: La arquitectura, desde los edificios emblemáticos hasta la disposición de las calles y los espacios públicos, crea una huella visual distintiva que se asocia con la ciudad. Los estilos arquitectónicos, los colores, las formas y los hitos característicos contribuyen a su reconocible imagen.

Gente y Comunidad: Los habitantes, con sus historias, costumbres, diversidad cultural y la interacción entre ellos, definen en gran medida el alma de una ciudad. Sus diferentes estilos de vida, dialectos y modos de interacción conforman una parte esencial de la identidad urbana. «Una ciudad habitable es aquella que ofrece a sus habitantes opciones de vivienda que se adapten a sus necesidades y posibilidades» (Jan Gehl).

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Hace tiempo que los malagueños han dejado de vivir en el centro, un fenómeno en extensión a los barrios colindantes. Un “exilio” forzoso certificado por la espectacular divergencia, de estos estos últimos 10 años, entre las curvas del precio de la vivienda y la de los sueldos, en un país en el que la vivienda en propiedad es el pilar que sujeta la jubilación de muchos.

Algunos nos hacemos viejos, al tiempo que se lo ponemos difícil a nuestros hijos. Los jóvenes, al encontrar su lugar en la ciudad, transforman no solo sus propias viviendas, sino también el alma y el ritmo de la urbe. Me resulta paradójico e incómodo ver crecer Málaga mientras va expulsando los suyos…como lo es concluir este artículo con las mismas dudas que tenía al principio, pero con ganas de publicarlo.

 

 

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José García Ruiz - obranuevaenmalagaAutor: José García Ruiz

Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga

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