A diario, sin ser conscientes de ello, interactuamos continuamente con numerosos elementos indispensables para el desarrollo de nuestras actividades rutinarias, ya sean domésticas o profesionales.
Todos tenemos rituales, costumbres, automatismos que realizamos sistemáticamente porque nos aportan cierta estabilidad emocional y mejoran nuestra calidad de vida. Hábitos y objetos que forman parte de nuestras vidas, fieles compañeros de viaje que consideramos inmutables pero que pocas veces valoramos en su justa medida, hasta que las circunstancias nos los arrebatan y nos abren los ojos…a no ser que reaccionemos antes. Sin duda, podemos afirmar que el agua es el elemento que más utilizamos cada día, pero al que paradójicamente no apreciamos en su justo valor. Poder conseguir este líquido sencillamente abriendo uno de los grifos que tenemos en casa, nos invita a olvidar que es un bien básico y escaso. El agua ocupa un lugar central en nuestras vidas, ya sea para ducharnos, beber, cocinar, lavar, regar, incluso divertirnos, pero también para poder desarrollar numerosas actividades profesionales, como por ejemplo la construcción y más particularmente la edificación residencial.
En este sentido, la crisis provocada por el Covid ha dejado patente la fragilidad de nuestras certidumbres. A su vez estamos siendo testigos de las consecuencias concretas del cambio climático mundial, otro “virus” inmune a las fronteras: altas temperaturas, inundaciones, sequias extremas… Síntomas que Andalucía, y más concretamente Málaga conocen perfectamente. Todos sabemos, incluso los que somos malagueños de adopción, que la capital de la Costa del Sol padeció en 1989 unas históricas inundaciones que se repitieron en 2012,aunque en menor medida. En cuanto a la sequía, esta es la espada de Damocles que amenaza constantemente la región, una realidad acentuada por el desarrollo urbanístico de las últimas décadas y que no estamos enfrentando con contundencia.
Debido a la crisis climática, España, uno de los países europeos que padece en mayor grado el estrés hídrico, dispondrá cada vez de menos agua: los expertos estiman el necesario ajuste de consumo entorno al 5% para 2030 y del 15% para 2050. Se trata de equilibrar la oferta y la demanda. Las estadísticas son claras, las reservas hidráulicas disminuyen progresivamente, situándose netamente por debajo de la media de estos últimos 10 años. Aunque ahora mismo no nos encontremos en un periodo de sequía meteorológica, las reservas siguen disminuyendo dejando en evidencia una falta de gestión. Estamos consumiendo un recurso natural esencial sin preocupación, cuando deberíamos estar adoptando medidas significativas. En España, el sector agrario es el principal consumidor de agua con un 83%, el resto lo completan los hogares, sectores económicos, municipales y otros. Aunque el residencial representa una pequeña porción del consumo global, es indudable que en zonas turísticas como Málaga tiene parte de responsabilidad en el creciente desequilibrio hídrico de la región.
Por todo ello, pienso que el sector de la obra nueva tiene que proceder a una labor de análisis de su consumo de agua para posteriormente tomar las medidas que permitan una reducción significativa. Se trata de evaluar la huella hídrica, no solo durante el uso diario de una vivienda sino también en la etapa de su construcción, para dotarla de instalaciones eficiente y fomentar las obras “en seco”.
Todos los que diseñamos edificios residenciales, manejamos a diario el Código Técnico de la Edificación (CTE). Es nuestro “libro de cabecera”. Desde su puesta en marcha, en 2006, hemos podido comprobar la creciente e imparable intensificación de las exigencias de eficiencia energética en cada una de las constantes actualizaciones del documento. No deja de sorprenderme que después de 15 años de existencia, y dadas las circunstancias españolas, el CTE carezca aún de un Documento Básico de Ahorro de Agua. Echo de menos un DB-HA que establezca unos criterios enfocados a reducir a límites más sostenibles su consumo. Los proyectistas necesitan herramientas que les permitan seleccionar el sistema de ahorro de agua más idóneo para cada caso. Personalmente me resulta chocante el uso generalizado de agua potable para cualquier uso en nuestro cotidiano, un derroche que la obra nueva podría mitigar mediante la reutilización generalizada de las aguas grises (más allá de griferías y sanitarios eficientes).
En cuanto a la fase de construcción de un edificio residencial, se presentó en 2019 el primer estudio específico de la huella hídrica (HH) vinculada a la etapa de construcción de las promociones residenciales en España. Una investigación impulsada por Vía Célere, la Universidad Autónoma de Madrid y la Fundación de la UAM por medio del Observatorio de Sostenibilidad Ambiental de la Edificación Residencial. El exhaustivo informe analiza una promoción media de 15.428,85 m2 situada en Villaverde, tratando de evaluar la huella hídrica de cada uno de los materiales empleados. Los resultados desvelan un consumo total de aproximadamente 88.500 m3, de los cuales un 93.1% proviene de consumos indirectos, un 3,4% de consumos incorporados por los proveedores de bienes y servicios, y el restante (3,5%) es el consumo directo en la obra, unos 5,7 m3 de agua por m2 construido. Son consumos reales, extrapolables a la mayoría de las obras residenciales, un argumento más para impulsar la construcción industrializada y los procedimientos “en seco”, donde conseguiremos controlar y reducir la huella hídrica del sector. Cada m3 de agua cuenta.
Además de todo lo anteriormente comentado, la Costa del Sol tiene pendiente varias mejoras en su infraestructura hídrica, con importantes deficiencias en cuanto a capacidad, tratamiento y transporte. Fuertes inversiones son necesarias para la renovación de la tubería de abastecimiento del litoral de Manilva a Torremolinos, con más de 50 roturas al año (!), y en el aumento significativo de la capacidad de la planta de tratamiento de Río Verde, así como de la desaladora. De todo ello dependen los futuros proyectos residenciales de nuevas urbanizaciones y muchas otras cosas más de nuestro día a día.
Queda patente la complejidad e importancia del asunto, que con estas líneas trato muy someramente. Nos afecta a todos y tenemos que afrontarlo, o acabará alcanzándonos, más pronto que tarde.
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Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
Esperamos que os haya sido útil el artículo «¿Para cuándo un Documento Básico de Ahorro de Agua (DB-HA)?«. Recuerda inscribirte en nuestra newsletter para estar informado de todas las novedades de Obra Nueva en Málaga y noticias relacionadas con el mundo inmobiliario. Quiero inscribirme ahora
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