Acabada mi jornada laboral en el estudio, salgo del edificio con ganas de volver a casa. Mientras, voy pensando en todo lo acontecido durante el día, recapitulo inconscientemente uno a uno todos los asuntos que he dejado sobre mi mesa y que quedarán por resolver cuando vuelva por la mañana. Me dirijo hacia mi moto. El tiempo es oro. Soy un urbanita al que le gusta moverse rápido por la ciudad…algunos dicen que me paso, puede que tengan razón. Una vez el casco puesto, arranco y me dispongo a recorrer media Málaga sin apenas contemplarla, acompañado por el irregular compás de los semáforos.
Después de rodear la plaza del General Torrijos, las palmeras del Parque, presididas por el neobarroco Ayuntamiento, me escoltan hasta la plaza de la Marina, donde sorprendo a la calle Larios engalanándose para recibir la noche que asoma. Entretanto, La Equitativa exhibe orgullosa su flamante rehabilitación hotelera. Todo ello ocurre bajo la mirada protectora de la Manquita, insolentemente ocultada por el Málaga Palacio. Con la bendición de mi admirada Stella Maris, recorro la luz tamizada del túnel vegetal formado por los acogedores ficus de la rejuvenecida Alameda Principal. Acelero, cruzo con cierta vergüenza el foso de hormigón del Guadalmedina hasta encontrarme con el antiguo y solitario edificio de Correos, que espera impaciente su destino, envuelto en una polvorienta malla de seguridad nada favorecedora. La espectacular pantalla gigante de El Corte Inglés intenta despertar mi instinto consumista para venderme algo, que posiblemente no necesite, justo antes de que consiga huir por uno de los múltiples carriles de la espaciosa y despejada avenida de Andalucía.
Atento al tráfico, me escurro entre los coches hasta conseguir escaparme del denso y amenazante flujo de vehículos. Después de 15 minutos, llego por fin a destino. Último giro antes de detenerme frente a la puerta de mi aparcamiento comunitario.
Al abrirse, deja a mi vista la rampa de acceso al sótano. Una inhóspita abertura que se dispone a engullirme, un inevitable bocado que se produce varias veces al día. La ingestión da paso a un sombrío espacio iluminado por una retícula de tubos de neón con algún que otro elemento parpadeante a punto de morir para dejar otra zona más a oscuras. Un descuidado decorado industrial nada acogedor, tímidamente animado por los colores vivos de los vehículos de algunos vecinos. Me dirijo al aparcamiento 357, con la sensación que en cualquier momento puede surgir un Replicante escapado de Blade Runner para convertirme en un breve figurante de una eventual precuela malagueña. Finalmente, después de haber aparcado, consigo alcanzar, sin sobresalto, el ascensor que me llevará, en las plantas superiores, hasta la puerta de mi casa.
Paradójicamente, los sótanos de aparcamientos, antítesis arquitectónica del espacio habitable, se han convertido en los auténticos portales de nuestras viviendas. Unos almacenamientos de coches que han conseguido usurpar un papel originalmente atribuido a los acogedores accesos peatonales, con la complicidad de una movilidad basada mayormente en el vehículo privado…y lo tenemos asumido.
Un protagonismo funcional que contadas veces se corresponde con el trato arquitectónico que se merece. Pocas son las promociones que no consideran los sótanos de aparcamiento como la trastienda de las zonas comunes sobre rasante.
Son varios los ejemplos que demuestran que cuando el diseño consiente en bajar al sótano, es un éxito que se traduce en un valor añadido para cualquier edificio.
Teresa Sapey, es una arquitecta e interiorista, aclamada en 2005 por su exitosa intervención en el aparcamiento del hotel Puerta América en Madrid que le valió ser cariñosamente rebautizada como Madame Parking por Jean Nouvel. Una sorprendente explosión de colores cálidos, acompañados de un original grafismo y estudiada iluminación, invitan al huésped a disfrutar de un espacio tradicionalmente despreciado, convirtiendo su llegada en coche en toda una experiencia visual, sin duda el escenario de numerosas fotografías. Este proyecto, fue el punto de partida de otras actuaciones destacables en Madrid (plaza Vázquez de Mella), Valencia (plaza Cánovas), Vitoria (plaza de Santa Bárbara) o el aparcamiento Gio Ponti para una promoción residencial.
El estudio de arquitectura Clavel Arquitectos intervino en el diseño del aparcamiento de la nueva sede del BBVA (2018) proyectada por Herzog & de Meuron. Un trabajo que convirtió los 3 sótanos previstos para más de 2.600 vehículos en la atractiva antesala de un singular edificio. El mero hecho de aparcar su coche se convierte en un espectáculo visual compuesto de trazos luminiscentes curvilíneos y una señalética depurada basada en los colores corporativos: “Se propone por tanto un concepto de iluminación a través de líneas de luz suspendidas del techo, que reproducen los flujos de movimiento de los vehículos, marcando direcciones, anchos y transiciones entre calles de circulación. Como si de estelas de movimiento se tratasen, estas líneas guían a los conductores a través de un extenso espacio que, de otro modo, resultaría monótono y falto de referencias, a la vez que resuelven funcionalmente la iluminación, evitando las zonas en sombra que genera la clásica retícula de luminarias de tubo” (Clavel Arquitectos).
En su promoción Cortijo Norte, Vía Célere (2019) apostó por poner en valor los sótanos de aparcamiento aplicando colores cálidos, grandes murales inspiradores junto a una cuidada iluminación arquitectónica. El resultado conseguido es un espacio acogedor y luminoso que transmite seguridad y facilita la orientación del usuario, a las antípodas de las imágenes asociadas a un garaje comunitario por el imaginario colectivo.
Los aparcamientos parecían a priori unos “no-lugares” puramente funcionales, destinados exclusivamente al almacenamiento de automóviles donde poco o nada importaba su acondicionamiento. La realidad nos demuestra que son una de las zonas comunes más transitadas de cualquier complejo residencial, y que por ello merecen mucho más la atención proyectual de los profesionales involucrados. Afortunadamente, son cada vez más las promotoras que empiezan a tomar en cuenta cierto cuidado en el diseño de los garajes, aunque por ahora solo sea a nivel gráfico.
Tengamos también en cuenta que, en un futuro no muy lejano, tendremos que decidir que hacer con todos estos aparcamientos. En efecto, los nuevos modos de movilidad, el auge del patinete o la bicicleta eléctrica, el desarrollo de los transportes públicos, una generación de millennials que considera el coche como un mero servicio que deberíamos poder alquilar on demand, o la inminente llegada del vehículo autónomo, harán que tenga poco sentido poseer un automóvil en propiedad aparcado en el sótano…pero esto bien podría ser el tema de otro artículo.
Fotos cortesía de Clavel Arquitectos (fotografías de David Frutos) y Teresa Sapey + Partners
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Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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2 Comentarios
Muy interesante el artículo, y la verdad es que uno no repara en estos detalles. Es verdad que los aparcamientos son lugares sombríos que recuerdan al back office de los hoteles, aquellos sitios que los clientes no llegan a ver y que son de todo menos acogedores.
¡Muchas gracias por tu comentario Miguel Ángel!