Afortunadamente voy con tiempo. Será por mi educación “helvético-calvinista”, pero lo cierto es que me resulta inconcebible llegar tarde a una cita. Lo malo de tener interiorizado tal principio de obligado cumplimiento, es el profundo disgusto que siento cuando el día se tuerce y se las ingenia para que no pueda cumplir con la hora pactada. A estas alturas de la vida no voy a cambiar este rasgo y, aunque en estas latitudes malagueñas sea visto cómo algo exótico, lo cierto es que lo llevo razonablemente bien, o eso creo. Lo que pienso cuando el que llega tarde es el otro es fácilmente imaginable…
Hemos quedado hoy, domingo, porque creo que es el mejor día para este tipo de entrevista. Aquí estoy, con mis chancletas y mi toalla en el hombro, entrando en el recinto y buscando un sitio a la sombra mientras saludo al socorrista. Es media mañana y el sol ya está empezando a imponerse, sustituyendo progresivamente el frescor matutino por un calor pegajoso…ha llegado el verano.
Evidentemente no soy el primero en llegar. Cómo siempre, ella ya está aquí, ocupando el centro del espacio, rodeada sobre todo de niños correteando y disfrutando de su presencia, mientras los padres siguen atareados con la crema protectora. Ella es la protagonista del momento, y lo sabe. Finalmente, estiro mi toalla refugiándome bajo la sombrilla más cercana a ella. Cómo un feligrés más, inicio la ceremonia del cuidado de piel, cegado por lo reflejos cambiantes salpicando el azul de su mirada. La saludo.
Yo: Buenos días ¿Cómo estás?
Ella: Muy bien ¿Y tú? Ya sabes que me encantan estos días. Cuanto más gente a mi alrededor, mejor. Te estaba esperando.
Yo: Y yo estaba deseando llegar. Nada mejor que venir a hacerte una visita después de una intensa semana de trabajo. Veo que no soy el único…Sé que tienes mucho que hacer, así que intentaré no alargarme demasiado y no ser muy pesado.
Ella: Tranquilo, no pasa nada, nos conocemos desde hace mucho tiempo.
Yo: Así es. He perdido la cuenta de los veranos que pasamos juntos, pero la verdad es que sé muy poco de ti ¿Cuál es tu historia?
Ella: Todo empezó en Madrid, donde mis abuelos se instalaron el siglo pasado. Mi abuelo formó parte de los inicios del Real Canoe Natación Club durante los años 30, hoy en día situado en el barrio de Moratalaz. Pioneros de la natación, fueron participes de aquella fiebre de construcciones acuáticas. Él tenía mucha personalidad que no dejaba a nadie indiferente, medía 25 metros y fue, en 1932, la primera piscina cubierta de Madrid. Le encantaba contarme las anécdotas acerca de las numerosas competiciones que acogió, mientras yo le escuchaba boquiabierta.
Yo: ¿Y tú abuela?
Ella: A mi abuela le apasionaba la arquitectura. Ella fue, en 1931, una de las primeras piscinas públicas de Madrid: era la pieza central de La Isla, un conjunto racionalista, ubicado en un islote del Manzanares diseñado por Luis Gutiérrez Soto que evocaba la silueta de un barco. El agua filtrada y clorada, que provenía del río, se repartía en dos zonas de baño, una en la popa y otra en la proa. En el puesto de mando se encontraba una cafetería y la zona de vestuarios. Según me contaba mi abuela, La Isla fue un éxito. Era the place to be, cómo se dice ahora. Siempre recordaba con cierta añoranza aquellos tiempos en los que medio Madrid venía a verla.
Yo: ¿Todo aquello desapareció, no?
Ella: Físicamente sí. La guerra civil acabó con estas instalaciones y aunque se intentó recuperar La Isla, en 1947 el desbordamiento del rio ocasionó daños que originaron su cierre definitivo en 1954 y su definitiva desaparición tras la abertura de una presa aguas arriba.
Pero mis antepasados marcaron el inicio de la eclosión de los espacios públicos destinados al ocio acuático y la práctica de la natación, tal y cómo los conocemos hoy en día.
Yo: Te veo muy bien informada de tus orígenes familiares y de la historia de tu profesión…
Ella: Es un conocimiento que he ido acumulando con los años: aunque suene a tópico, es importante saber de dónde vienes para valorar donde estás. Nuestra presencia generalizada en casi todos los residenciales, es relativamente reciente.
Yo: ¿Cómo acabó tu familia expandiéndose por la geografía española y más particularmente por la Costa del Sol?
Ella: Durante la década de los sesenta, nos asociaron progresivamente en proyectos de edificios plurifamiliares, aunque la primera piscina comunitaria fue la de La Finca Ferca en Valencia (1952). Una manzana cerrada junto al Turia que, con sus fachadas alineadas a viales, arropa un espacio central, un gran patio con una piscina de 25 metros que hoy en día sigue funcionando.
Yo: ¿Desde entonces todo ha evolucionado, no? Tu familia se ha diversificado mucho con el tiempo, cada una con su personalidad y estilo propio.
Ella: Poco a poco cada una de nosotras ha ido eligiendo el sistema que mejor le queda: algunas más clásicas siguen fieles a los skimmers, otras han preferido el tipo munich mientras que las más atrevidas se ha dejado seducir por el estilo infinity, intentando fundirse con el mar cercano o el inalcanzable cielo. Estás últimas son las más populares de la familia y, aunque su escenario no es siempre el más adecuado, han aportado un valor arquitectónico añadido a nuestro trabajo. La belleza de las candidatas a los Pool Design Awards, cada año mejorando el anterior, es buena prueba de ello, aunque mis preferidas son mis primas las piscinas Leça de Palmeira proyectadas por Álvaro Siza en Matosinhos (Oporto). Mucha culpa de este reconocimiento estético popular, la tiene David Hockney, nuestro artista de referencia. El sólo sabe plasmar en un lienzo nuestra esencia, a tal punto que ha logrado colgar numerosos retratos de nuestra familia en algunas paredes de los mejores museos del mundo.
Yo: Un camino que os ha hecho mucho más sociables que lo erais en vuestros inicios…
Ella: El cambio fue progresivo pero rotundo. Hemos pasado de ser un equipamiento de cierta exclusividad a convertirnos en el componente indispensable de cualquier promoción residencial. La progresiva popularización del ocio y del deporte han consolidado nuestro matrimonio con los edificios plurifamiliares que nunca contempló la posibilidad del divorcio, aunque la situación actual nos obligue a replantear algunas cosas.
Yo: ¿Entiendo que te refieres a la sequía y a los primeros cierres de piscinas en la Axarquía?
Ella: Es cierto que estás últimas décadas nos hemos multiplicado. Ya somos casi 80.000 en toda la provincia, siendo Marbella el municipio con más piscinas (10.662) seguido por Mijas (8.113) y Málaga (5.886). Los tratamientos actuales han permitido reducir significativamente el consumo de agua que teníamos años atrás hasta dejarlo en un 0,1% de la capacidad de los embalses, pero tenemos que seguir mejorando para no desperdiciarla…sin ella no somos más que unos inútiles recipientes. No debéis vaciarnos, a no ser que nuestro vaso presente alguna patología. Hay que cuidar la calidad del agua que almacenamos durante todo el año, incluso cuando estemos cerradas. Es fundamental cubrirnos con una lona para evitar la evaporación, la suciedad y a su vez mejorar la seguridad evitando cualquier drama.
En definitiva, cada uno debe aportar su granito de arena y tomar conciencia de que debemos modificar nuestra relación con el agua de manera permanente, haya sequía o no. Es una dolencia cíclica que padece Málaga y que desgraciadamente irá a peor. No podemos en cada crisis hídrica estar mirando al cielo esperando una solución con forma de nube, cuando nuestra gestión del agua es muy mejorable.
Yo: Soy de los que piensa que la proliferación de las piscinas dice mucho de nosotros, somos el segundo país europeo (tras Francia) y el cuarto a nivel mundial, pero paradójicamente también creo que podéis ser de gran ayuda en situaciones de altas temperaturas. Mientras pronuncio estás palabras un niño se tira en bomba y me refresca “involuntariamente” dejándome desorientado y empapado.
Ella: (riéndose a oleadas) ¡Deberías ver tu cara! Estar aquí y pretender no mojarse es imposible ¡Venga, ya hemos hablado suficientemente! Sal de ahí y vente a darte un chapuzón.
Hay invitaciones que son irrechazables, esta es una de ellas. Unos pocos segundos bastaron para ponerme de pie, mirarla a los ojos y tirarme de cabeza en sus aguas. Un corto instante que me trasladó de la gravedad terrestre de mi calurosa toalla a un refrescante y flotante universo que casi todos nosotros tenemos a mano. Un lujo que debemos aprender a valorar y cuidar… ¡que tengáis un feliz verano!
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Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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