- El tema que acabas de mencionar es complejo. Te propongo tomarte un respiro. Hay algo en particular que solías hacer de pequeña y que, con el paso del tiempo, se ha ido desvaneciendo hasta prácticamente desaparecer de tu día a día de adulta permanentemente atareada. ¿Recuerdas cuando eras capaz de jugar con una silla y un plato simulando que estabas conduciendo un coche? Con una simple linterna conseguías transformar tu cama en una cueva. Una caja de cartón podía llegar a ser una casa que llenabas de aventuras, mientras que un cuenco lleno de agua quedaba perfecto como piscina encima de la alfombra del salón a modo de césped. Los consiguientes gritos de tu madre, al descubrir los daños colaterales que sufriría el improvisado “jardín” de lana hecho a mano, nunca lograrían mermar aquella capacidad creativa. Aunque tu campo de visión apenas superaba la altura de la mesa del comedor, tu imaginación parecía no tener límites. Desgraciadamente, el paso de los años te demostró lo contrario: sin darte cuenta, cada uno de tus estirones, avalados por tu madre, fueron diluyendo aquel superpoder infantil que algunos adultos se empeñan en despreciar. Si eres de las que piensa que la imaginación es algo fútil que no te puedes permitir, estás aún a tiempo de cambiar de tema. Quizás sea mejor que te olvides de esta conversación que podría resultarte intranscendente y sigas con lo que estabas haciendo antes de llamarme. La próxima vez intentaré ser más constructivo…ya sabes que mejoro constantemente. Entonces ¿qué me dices?
- Perfecto, sigue adelante. Tengo curiosidad de ver hasta donde puedes llegar.
- Estupendo, pues te invito, en cierto modo, a buscar una linterna, una caja de cartón o cualquier otra cosa que tengas a mano para volver a jugar sabiendo que “todo lo que puedas imaginar es real” como decía un paisano de tu ciudad, un tal Pablo Picasso.
Cierra los ojos e imagina tu ciudad, Málaga, en un futuro donde la crisis de la vivienda ya es cosa del pasado.
- ¡Ufff!..me estás pidiendo mucho, pero venga.
- Entiendo que te suene utópico pero ese día llegará, aunque no sepamos exactamente cuándo. A ti, que eres joven, según veo en tu perfil, tal vez te cueste creerlo, pero muchos lo vivieron en un pasado no tan lejano: encontraron su hogar en el momento justo y en el lugar indicado. Tuvieron la fortuna de que las circunstancias económicas estaban perfectamente alineadas y ser propietarios era algo accesible, una realidad perfectamente asequible para la mayoría de los bolsillos malagueños.
- Sí, mis padres por ejemplo fueron unos de esos afortunados, pero que tú me digas que me entiendes…en fin. Sigue adelante.
- Sé que este tema te genera frustración, e incluso ansiedad, pero no te vayas. Prometo ser breve.
Volvamos a mi ocurrencia inicial: si mañana todo cambiara, y el acceso a una vivienda fuera factible, ¿qué harías?
¿Te lanzarías a comprar o seguirías apostando por el alquiler?
- Bueno, lo más seguro es que compraría una vivienda. Aunque mi alquiler actual me impide cualquier ahorro significativo, así que por mucho que cambie la situación…
- Lo sé, pero en este supuesto caso ¿Optarías por una vivienda nueva o de segunda mano?
- Me gustaría una vivienda nueva, por su diseño, acústica, eficiencia energética, ventilación e instalaciones actualizadas, pero no descarto una de segunda mano que quizás me pueda ofrecer más espacio y la posibilidad de poder vivir en un barrio con cierta historia y gracia.
- ¿Si pudieras elegir, en que zona te gustaría vivir? Málaga es una ciudad de contrastes. Desde el bullicio cultural del centro histórico, con su entramado de calles a la sombra de la turística y deslumbrante calle Larios, hasta el supuesto sosiego que ofrecen barrios como Pedregalejo o El Palo, donde las olas del mar acompañan el día a día como otro vecino más. ¿O preferirías el dinamismo que prometen nuevas zonas como Teatinos, cercana a la universidad y anfitriona de unos cuantos estudiantes? ¿Quizás seas de las que apostarían por el futuro Distrito Zeta?
- Creo que dudaría bastante. Aunque reconozco que la mayoría de los nuevos barrios carecen de personalidad, se parecen todos entre sí, por muchas campañas de marketing molón…y eso que tengo parte de responsabilidad puesto que soy arquitecta. Es para matarme…
- No creo que sea para tanto. Es cierto que a pesar de que esos barrios nuevos son funcionales y más sostenibles, muchas veces parecen vacíos de alma. Te entiendo, ser arquitecta te da una perspectiva única que te hace sentir implicada en el resultado final. Pero eso también te otorga el poder de imaginar soluciones, de transformar esas cajas de cartón de las que hablábamos antes en auténticos lugares de vida.
- No sé si la imaginación es suficiente y tan poderosa, sinceramente. Ya me gustaría a mí que fuera tan fácil como en la infancia, cuando una caja podía ser cualquier cosa… pero las normativas, los costes, los intereses de grandes promotoras, el papel de las constructoras y los fondos de inversión lo hacen todo mucho más complejo de lo que podría parecer en un principio.
- Precisamente por eso te propuse este ejercicio de imaginación. A veces la solución no está en lo evidente, en lo que nos han enseñado a pensar como posible o realista. Si pudieras rediseñar Málaga, sin las barreras que mencionas, sin las limitaciones del sistema actual, ¿cómo sería?
- Visto así me encantaría empezar por devolverle a la gente la posibilidad de habitar el centro, de hacer que los barrios históricos sean accesibles para las familias jóvenes. Crear más espacios verdes, más lugares de encuentro que no sean centros comerciales, sino plazas, parques, espacios comunitarios. Y, por supuesto, edificar de manera mucho más respetuosa con el medio ambiente, para que Málaga siga siendo una ciudad con buena calidad de vida, sin agotar sus recursos.
- Parece que lo tienes bastante claro.
- En mi mente suena bonito, sí. Pero la realidad es otra. Nadie está dispuesto a asumir esos cambios. Solo vemos un mercado mono orientado que deja fuera de rango a una parte cada vez más grande de los malagueños. Progresivamente (y casi sin darnos cuenta) la vivienda se está convirtiendo en un producto de lujo…cuando es un bien de primera necesidad.
- Sé que suena utópico, pero los cambios empiezan por plantear ideas. ¿Quién sabe? Quizás Málaga llegue a ser una ciudad donde el acceso a la vivienda sea un derecho más que un privilegio. Solo hay que imaginarlo primero, ¿no?
Clara suspira mientras sigue sentada en su cama con el móvil en la mano. Antes de que pudiera contestarle, le salió en primer plano el aviso de una llamada. El nombre de su madre aparecía en la pantalla, junto con aquella foto del verano pasado que tanto le gustaba. Dudó unos segundos, y a su pesar decidió silenciar la llamada, no sin antes enviarle un escueto “ahora te llamo”.
- Veo que te han llamado, podemos continuar más tarde si lo prefieres.
- No, está bien. Estaba pensando en lo que decías. Aunque no me has dado una solución milagrosa a la crisis de la vivienda, al menos me has hecho reflexionar sobre lo que implica todo esto. No se trata solo de comprar o alquilar, sino de entender cómo quiero vivir y en qué tipo de ciudad. Puede que no lo haya visto tan claro antes.
- A veces, tener una conversación sincera ayuda a aclarar las cosas, aunque no se encuentren respuestas definitivas.
- Supongo que sí… aunque, por mucho que me lo pintes de colores, la realidad sigue siendo que los precios están por las nubes y encontrar algo asequible es prácticamente imposible.
- Lo sé, y mi objetivo no era cambiar esa realidad en una sola conversación. Pero, si te has dado cuenta de lo que realmente buscas en una vivienda y lo que significa para ti vivir en Málaga, tal vez eso sea un pequeño paso hacia adelante.
Clara esbozó una sonrisa mientras miraba por la ventana de su pequeño estudio. La ciudad seguía ahí, con sus problemas, sus contrastes y su belleza. Pero algo dentro de ella había cambiado, aunque fuera apenas por el destello de una chispa de esperanza.
- Puede que tengas razón. La conversación no ha cambiado la situación, pero… creo que terminaré el día un poco más optimista de lo que lo empecé.
- Me alegra escuchar eso. No subestimes el poder de una buena conversación, con amigos… o con una inteligencia artificial.
Clara se sorprendió de esta última respuesta y del rato que ella llevaba conversando con una máquina. La arquitecta se rio para sus adentros. Víctima de un autoengaño, casi pierde la conciencia de que no hay nadie al otro lado del teléfono. Reconoce que le gustó la experiencia. Había abierto la app de ChatGPT pensando que sería una pérdida de tiempo, un arrebato de desesperación ante la falta de soluciones reales. Si todos los actores de nuestro sector (algunos más que otros) nos han llevado a esta situación que parece enquistarse ¿por qué no consultar una inteligencia artificial? Clara se sabe de memoria los continuos y redundantes análisis del mercado inmobiliario. Para ella la situación está dejando al descubierto la incapacidad general para poner en marcha soluciones eficaces. Es evidente que las causas son múltiples y requieren un improbable consenso general que difícilmente veremos. Mientras miraba de nuevo la pantalla de su móvil, reconocía que no se arrepentía en absoluto de haber escrito aquel prompt que inició esta conversación.
- Gracias por la charla, ChatGPT. Puede que tampoco tengas la solución definitiva, pero al menos me has hecho pensar en ello de otra manera.
- Me alegra haber sido útil. Y recuerda, siempre estaré aquí cuando quieras volver a imaginar un futuro mejor.
Se ha hecho tarde y mañana toca ir al estudio a trabajar. Resignada, Clara se levantó, minimizó la app de ChatGPT y apagó la pantalla. Justo entonces, el móvil se iluminó nuevamente. Su madre acababa de enviarle un mensaje:
Clara, quería contarte que por fin acabé de leer El Quijote y hay una frase que te va como anillo al dedo. No quería acostarme sin enviártela: “como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen dificultad te parecen imposibles; confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”. Es tarde, estarás cansada, mañana hablamos.Te quiero.
Clara sonrió pensativa y agradecida por lo que estaba leyendo. Una vez más se confirmaba que la inteligencia materna es capaz de leer el ánimo de una hija, esté donde esté. Quizás debería hacerle mucho más caso. Volvió a sentarse en su cama, pulsó sobre la foto veraniega que tenía en pantalla y su madre descolgó enseguida.
- Hola, mamá ¿cómo estás?
Autor: José García Ruiz
Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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