A lo largo de los 100 kilómetros de costa malagueña de la N-340, el observador atento puede encontrar aún los restos de cuando el mar depositaba en la costa bandidos y saqueadores. Casi medio centenar de torres vigía de Málaga resisten en pie, encajadas a duras penas en un paisaje de urbanizaciones y chiringuitos.
Un paseo por la Historia de las Torres Vigía de Málaga
Es de sobra conocido que por la costa malagueña navegaron corsarios fenicios, griegos y piratas. Durante la República Romana fueron reprimidos enérgicamente por Pompeyo, que logró muchos años de paz en la mar, armonía que finalizó con la decadencia del Imperio en el siglo III, ofreciendo el crepúsculo romano, la oportunidad de que el pillaje volviese a su antiguo auge, durante la dominación visigoda y con los emiratos musulmanes, siendo los berberiscos quienes más asiduamente asolaban las costas malagueñas.
Durante el califato cordobés quedó restablecida la seguridad de la costa, que volvería a perderse en los últimos tiempos del Reino de Granada, con los golpes de audacia de las naves aragonesas.
De estas torres vigías diseminadas por todo el territorio Hispánico, el historiador Cayo Plinio Segundo, efectuaba referencias indicando: “que transmitían rápidamente la alarma en los casos de invasión de piratas”, y “que las torres alzadas en las altas montañas eran muy sólidas, a pesar de su construcción con tierra apisonada”.
Sin embargo, fueron los árabes llegados a la península, los que implantaron el sistema de torres centinelas a las que llamaron almenaras, nombre proveniente del árabe castellanizado de almenar, método que años más tarde, adoptarían los castellanos en otras zonas mediterráneas. Su construcción fue hecha, de manera que mantuviesen la visibilidad unas sobre otras, para que pudiesen propagar en cadena las señales indicadoras de la presencia de barcos hostiles, siendo la distancia entre ellas aproximadamente de dos a tres kilómetros.
Una robusta arquitectura
Las estructuras se desarrollaban sobre planta circular, a veces cuadrada y más tarde de pezuña. En la zona correspondiente al tercio inferior una obra maciza y fuerte, construyéndose con piedras grandes de largos tizones, acabadas interiormente de ripio bien pisado y apretado a la pared. Este conjunto de ladrillos y piedras que conformaban el ripio, había de fraguar en un mortero de hormigón, hecho en la proporción de tres espuertas de arena por cada dos de cal. Era muy importante que esta parte de la torre fuese compacta y recia, ya que de ello dependía su defensa contra la artillería.
Sobre esta base se construía un aposento de muros muy gruesos, al que se subía y bajaba por una escala al carecer de puerta, teniendo todas ellas una chimenea para producir el humo de la alarma, una ventana para vigilar el mar y una escalera para subir al terrado, a veces cubierta de la lluvia por una garita de obra.
Al ser avistadas las embarcaciones enemigas desde las azoteas, se propagaba rápidamente la alarma con una densa humareda desde la chimenea o con una gran fogata en la oscuridad. Dicha alarma era completada por los musulmanes con toques de añafil y después por los cristianos con tañidos de campana, aunque a veces, cuando no eran muy numerosos los asaltantes, alguno de los tres hombres que estaban como dotación en la torre, avisaba a los destacamentos de soldados más próximos, los cuales preparaban una emboscada a fin de capturar a los piratas y destruir sus embarcaciones. Estas atalayas tuvieron que ir perfeccionando sus defensas, a la par que evolucionaron las armas atacantes.
Protagonistas de la repoblación
Tras la conquista de Málaga, los Reyes Católicos tuvieron especial interés, en que se poblasen los lugares costeros, que habían quedado deshabitados a causa de la guerra, y dieron las oportunas órdenes, de reparar las torres vigías de Málaga que se pudiesen aprovechar para la vigilancia de las zonas ya habitadas, y de las que quedaban por poblar.
La piratería se desarrolló extraordinariamente a partir de 1560, llegando a formarse verdaderas escuadras, que asaltaban y robaban para vender luego en los tres principales centros de piratería del Mediterráneo, La Valeta, Liorna y Argel.
Por lo que las incursiones piratas, como Solimán, Barbarroja y el llamado Cachidemonio, mantuvieron en continuo desasosiego a los pobladores de la costa durante dos siglos y medio. Del valor estratégico de este sistema de alarma, se decía que era tan rápido que, en una sola noche podían trasmitirse desde Alejandría a Ceuta. Para las decenas de kilómetros de la costa malagueña ofrecía un rápido y eficaz aviso, logrando que las incursiones de las naves, no pillasen de improviso a la población, manteniéndose esta oculta a sus peligros, mientras llegaba la ayuda militar.
El grave problema que suponían los ataques piratas a Málaga, queda patente en uno de los realizados en el año 1563, cuando se apoderaron de veintiocho navíos vizcaínos en la entrada del puerto, y tras asaltar la ciudad, tomaron cautivas a gentes del barrio del Perchel.
En la actualidad existen repartidas en la costa Málaga más de una treintena de torres vigías. Se protegieron por primera vez por un decreto ley de 1949 para «todos los castillos de España». El Plan de Arquitectura Defensiva de Andalucía pretende proteger torres, castillos y murallas de Andalucía, donde estas construcciones son abundantes por su condición fronteriza. Sin embargo, muchas siguen sin restaurar y sin recibir los cuidados mínimos que las protejan de la degradación.
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