Lo sabemos, aunque nuestras preocupaciones cotidianas intentan constantemente hacérnoslo olvidar, la familia es una pieza clave de cualquier vida. Es la fuente de la que nuestra personalidad tomó sus primeros sorbos emocionales y sociales que, sin lugar a duda, han influido en la manera que cada uno de nosotros tiene de saborear la vida o de relacionarse con los demás.
Es cierto que no hay dos familias iguales, pero también los es que todas tienen sus enredos y conflictos. La familia no se elige, lo que nos puede llevar a relacionarnos con personas que quizás no hubiéramos escogido como amigos.
Las hay numerosas, monoparentales, reconstituidas, multiculturales, de acogida, adoptivas, pero también política, e incluso arquitectónica.
Cuando iniciamos un proyecto residencial, la distribución de las estancias es una de las etapas determinantes que conformará definitivamente el carácter y la funcionalidad de la vivienda, a no ser que en algún momento nos decidamos a acometer una profunda reforma, inconscientes de todo lo que esa osada aventura conlleva.
En la mise en place previa a un proyecto, varios ingredientes entran en escena: topografía, calificación de la parcela, número máximo de viviendas, edificabilidad permitida, normativas de aplicación del PGOU, CTE, estudio de mercado…una vez definido el producto deseado, empieza el estudio y diseño de las distribuciones más idóneas. Una tarea compleja que, en mi opinión, acabará desvelando (o no) la creatividad, habilidad y profesionalidad del arquitecto al cargo, consciente de la responsabilidad que entraña diseñar un encaje de espacios que acabará siendo el lugar de vida de algunos.
Para llevar a cabo esta tarea, el arquitecto tiene a su disposición un listado de estancias, con nombres y apellidos, cada una con un uso determinado, unas dimensiones mínimas, un talante propio, todas ellas vinculadas por lazos de “parentesco”, que acaban conformando una suerte de gran familia. El arquitecto debe “mediar” un diseño de manera que todos su miembros se lleven bien y acaben constituyendo un hogar. El vestíbulo, la cocina, el salón, el pasillo, los cuartos de baño, las habitaciones, la terraza, el lavadero, son los actores que nos encontramos y que el arquitecto debe disponer en planta de manera que su relato tenga sentido para el futuro propietario de la vivienda.
La gran familia tipológica es la protagonista de cualquier proyecto residencial, a pesar del reciente auge de las zonas comunes de ocio. Sea cual sea la promoción, volvemos a ver los mismos actores en distintas puestas en escenas, fruto del guion elaborado por el arquitecto y validado por el cliente. No hay ningún proyecto igual, aunque es cierto que en numerosos casos se ha caído en la tentación de sacar al mercado un remake de obras anteriores, con más o menos éxito en las “taquillas” arquitectónicas de nuestra ciudad.
Cuando uno lleva cierto tiempo en esta industria, es capaz de elaborar el perfil psicológico de cada uno de los actores de esta saga familiar, que bien podría tener su sitio en alguna plataforma de streaming junto a otras populares series.
El vestíbulo es la figura más sacrificada de una distribución. Defiende que su presencia presagia una vivienda generosa en sus dimensiones y con carácter acogedor desde el primer contacto. Asume que es el encargado de recibir el visitante y de invitarle a pasar, un lugar donde uno no suele quedarse mucho tiempo, pero el suficiente para aquella primera impresión tan importante en cualquier relación. Se lamenta que, con los años, sus oportunidades, así como su dimensión se han reducidos, llevando a muchos proyectos a prescindir de sus servicios o dejándole, cómo mucho, una presencia testimonial en el cuadro de superficies.
La cocina se considera el corazón de la vivienda. Ella proclama, orgullosa, que es el único lugar en el que la familia coincide todos los días para compartir una comida y comentar como ha ido el día. A pesar del auge de los platos a domicilio, estima que es imprescindible en cualquier vivienda y echa de menos los tiempos en los que le permitían acoger una generosa mesa en su interior. Ve con cierto recelo la nueva tendencia que generaliza su apertura al salón, una estancia con la que no tiene muchas afinidades. Es de carácter independiente y reclama constantemente más luz natural, además de un acceso directo a la terraza, un espacio que ha ganado en popularidad estos últimos años.
El cuarto de baño es introvertido e íntimo. Aunque la vivienda pueda contar con varios baños, no suelen relacionarse entre ellos. El dormitorio principal es el único familiar que ha logrado establecer algunos lazos, hasta el punto de haber conseguido integrarlo en suite en varias ocasiones, provocando cierta sorpresa entre los demás. Contadas son las veces en las que el baño se ha atrevido a tener una ventana, prefiriendo estar arropado por el resto de las estancias, aunque nunca lleguen a conversar.
La terraza es la gran protagonista de estos últimos años, y ella lo sabe. Despreciada y ninguneada, hasta incluso desaparecer de muchas viviendas, ha sabido esperar su momento para triunfar. Las circunstancias la han propulsado al estrellato, y muchos son los que preguntan por ella al buscar una vivienda. A pesar de todo lo ocurrido, no es rencorosa, mantiene muy buena relación con el salón e incluso charla a menudo con las habitaciones y la cocina. Le encanta el verano, aunque su éxito ya no depende de la estación del año como ocurría antaño. Las cortinas de cristal le permiten actuar independientemente de las condiciones atmosféricas, convirtiéndose en su complemento preferido.
El pasillo es humilde pero sociable. Es el único miembro de la familia que siempre intenta establecer lazos entre todos, sin despreciar a nadie y respetando la independencia de cada uno. Es consciente de la brevedad de su papel y que el arquitecto intenta constantemente reducir su superficie, aunque muy raramente consigue prescindir de él en una distribución. El pasillo odia profundamente los espacios abiertos de los lofts y sueña con tener alguna ventana para completar su colección de puertas.
Los dormitorios tienen mucha personalidad, lo que no significa que no puedan evolucionar. Los hay principales, presididos por una cama de matrimonio. Otros, más infantiles, ruidosos y coloridos que acaban, con el tiempo, encerrándose en la compleja etapa de la adolescencia, de la que (aunque parezca mentira) siempre acaban saliendo. Los dormitorios exigen ventanas y en ocasiones consiguen acceder a la popular terraza. Son una parte fundamental de cualquier distribución.
El salón es el espacio más carismático de todos, gran anfitrión y mejor relaciones públicas de la familia. Una autentica estrella que llama la atención de todos: la cocina, la terraza, el vestíbulo, el pasillo e incluso algunas habitaciones acaban dependiendo de él. Los introvertidos cuartos de baño son los únicos que no sucumben a su atractivo. El salón tiene un don de espacios. Una personalidad camaleónica, capaz de interpretar varios papeles a la vez. No son pocas las distribuciones en las que el salón ha integrado la cocina, pero sin duda la tipología del estudio deja patente su gran versatilidad funcional. Es el más grande del cuadro de superficies y tiene garantizado, por contrato, las vistas desde la fachada principal además del acceso a la terraza.
He estado a punto de olvidarme del peque de la familia, el lavadero. Es muy discreto, casi invisible, aunque de una manera u otra, siempre acaba apareciendo en una esquina de la planta. No se separa de su cocina, solo quiere estar con ella, hasta llegar al punto de formar un único espacio. Siempre dispuesto a ayudar en las tareas de limpieza doméstica, se agradece su presencia.
Esta es la familia que el arquitecto tiene que ser capaz de recomponer en cada nuevo residencial. Cada proyecto es una historia y, aunque el arquitecto intente repetir un éxito, nunca es igual. Las orientaciones, los metros cuadrados, las proporciones lo cambian todo. El relato final dependerá en buena parte de las vivencias de los futuros propietarios, pero toda tipología (por muy modesta que sea) tiene su historia familiar…si os fijáis en cualquier planta de un residencial “escuchareis”, seguro, los murmullos de algunas de las estancias quejándose de la última noche de fiesta organizada por el salón y la terraza.
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Autor: José García Ruiz
Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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