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Receta utópica para una vivienda soñada

jose garcía Ruiz arquitecto

Cuando uno lleva cierto tiempo desarrollando una actividad, ya sea profesionalmente o durante sus ratos libres, puede tener la tentación de compartirla con los demás. La adquisición de una habilidad o conocimiento nos aporta múltiples beneficios personales, que brotan durante unos balbuceantes inicios hasta florecer y otorgarnos alguna capacidad creativa propia, lo que probablemente acabará afianzando nuestro incipiente instituto crítico en la materia.

Para muchos, agosto es el esperado paréntesis anual que solemos aprovechar para hacer lo que realmente nos apetece, alejados de nuestras obligaciones profesionales: acabar aquel libro que llevamos semanas arrastrando entre narcotizantes cabeceos, tomar el tiempo de estar con los nuestros, de descubrir, de probar y de disfrutar…sin estar pendientes del reloj.

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Intentar replicar una receta de cocina, con más o menos éxito, es uno de los retos que me impongo regularmente en cuanto se presenta alguna tregua laboral. El placer de elaborar un plato y poder compartirlo con los demás es sumamente gratificante. Aunque el nivel del alumno cocinilla sea muy mejorable, las circunstanciales víctimas gastronómicas no suelen quejarse demasiado…

Estas sesiones culinarias siempre despiertan en mi cierta admiración y envidia hacia el gremio. Una minuciosa elaboración que logra enlazar con su inmediata degustación y el consiguiente deleite del comensal. Una aparente sencillez centrada en el disfrute del cliente que tiene pocos equivalentes en otras profesiones.

Instantes durante los cuales me sorprendo admitiendo que durante el desarrollo de un proyecto residencial dejamos inconscientemente en un segundo plano la experiencia emocional del futuro propietario, dando la prioridad a las consagradas ratios en negrita suministradas por complejas hojas de cálculo.

Ingenuamente, llego a preguntarme como sería mi vivienda “ideal” liberada de los frustrantes grilletes del rendimiento económico que nos impone la realidad de nuestro sector. Un ejercicio teórico que me plantearon varias veces durante mi carrera universitaria, tipologías testigos de mi entonces progresivo perfeccionamiento y, que quizás, casi 30 años después, sean distintas a la propuesta que voy a compartir.

La tipología plurifamiliar, tal y como la conocemos hoy en día, poco ha evolucionado desde la “invención” de la vivienda moderna, a final del siglo 19 y principio del 20. Momento en el que el alojamiento de masas empieza a interesar a los arquitectos, iniciando una progresiva evolución hasta alcanzar a mediados de siglo la definición que seguimos manejando en la actualidad, salvo pequeños ajustes.

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La crisis sanitaria hizo que la calle dejará de ser la prolongación de nuestras casas, y con ello evidenció la importancia de tener una vivienda pensada como un lugar de vida, un refugio que no nos invite a huir de él cada fin de semana. Desgraciadamente, se percibe una progresiva tendencia hacia la reducción de la superficie de la vivienda media que tratamos de compensar con sugestivas zonas comunes. Más allá de la proliferación de aquellos fotogénicos espacios compartidos con llamativos apelativos anglosajones, o salas gourmet ofreciéndonos la ilusión (¿y la obligación?) de una convivencia feliz con todo el vecindario, me complace imaginar unas viviendas igual de creativas y atractivas.

La vivienda soñada

Un piso con un vestíbulo digno de ser el preámbulo al descubrimiento de las estancias que conforman la vivienda. Amplios ventanales y habitaciones de más de 10 m2 que permitan recluirnos en nuestra esfera privada, cuando las circunstancias lo requieran o la adolescencia asome. Una cocina con derecho a vida propia, independiente, con acceso a la irrenunciable terraza y dotada de espacio suficiente para dejar de ser un rincón meramente simbólico logrando acoger una mesa en la que poder comer a diario. Una auténtica pieza para lavado y secado que nos libre del exhibicionista tendido en balcones o de la surrealista procesión, con cesta incluida, hasta la cubierta del edificio. Un generoso salón pensado como el gran espacio polivalente de la vivienda, dotado de una amplia balconera para poder extenderse hacia la terraza los días soleados. Una doble orientación para poder disfrutar de todas las horas del día. Una altura libre mínima de 2,70 m, que los que somos altos (y los demás) sabrán agradecer. Unos cuartos húmedos agrupados y agenciados de manera que logren optimizar los huecos técnicos. Una estructura pensada y analizada en etapas tempranas en conjunto con la arquitectura y las instalaciones. Un diseño que huye del fatalismo y de las normativas urbanísticas obsoletas, tradicionalmente reticentes a actualizarse. Viviendas con más Hygge, centradas en el bienestar del usuario.

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Soy consciente que estoy en medio de un sueño, así que aprovecho para imaginar mi vivienda ideal en un barrio autosuficiente donde todos los servicios esenciales están a quince minutos a pie, o treinta en bici. Aquí, todos los ingredientes encajan en el instante, sin dilaciones administrativas, aunque presiento que en cualquier momento me voy a despertar…

Una receta básica para una vivienda soñada que cada uno podrá aderezar y enriquecer según sus necesidades. Según el Observatorio Aedas Homes Julio 2021, más de 6 millones de personas en España desean cambiar de vivienda antes de dos años. Un proyecto de mudanza motivado por la búsqueda de una vivienda con terraza y cierta amplitud que permita teletrabajar. Las circunstancias nos han demostrado que nuestro hogar tiene un papel importante en nuestro estado de ánimo. Buscamos una mejor calidad de vida, “simplemente” ser felices. Un sueño que algunos calificarán de poco realista…aunque quizás lo sea, creo necesario hablar de ello. Tenemos que mejorar nuestras habilidades para poder entregar una buena experiencia al cliente final cuando entre en su vivienda. Otros sectores y marcas llevan años trabajando en ello, son las que finalmente destacan.

Llegó el momento. Desgraciadamente, como en todo sueño, toca despertar, volver a la realidad que nos toca e iniciar este último tramo del año en las mejores condiciones posibles. Según he podido comprobar en mis lecturas veraniegas, las expectativas del sector residencial en Málaga son buenas e ilusionantes, aunque veremos lo que la subida de precios de las materias primas nos dejará hacer, sin que ello se convierta en nuestra pesadilla. Esperemos que en este otoño-invierno las temperaturas de los mercados también bajen…

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José García Ruiz - obranuevaenmalagaAutor: José García Ruiz

Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga

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