Ahora voy entendiendo a mi abuela. Como siempre solía pasar, acaba teniendo razón. Efectivamente los años pasan demasiado rápido…Aquella mercancía repartida gratuitamente a todos nosotros incrementa su cotización con la edad, mientras se van almacenando a nuestras espaldas vivencias que miramos de vez en cuando con cierta melancolía, autoconvenciéndonos de que lo mejor está aún por llegar. Una terapia que nos permite seguir adelante sorteando los retos que la vida nos impone y valorando nuestro crecimiento personal apuntalado, más o menos firmemente, por la experiencia, el conocimiento y por supuesto, por la familia. Acaba uno asimilando que lo importante no es el tiempo que tienes, sino lo que haces con él.
En el ámbito profesional, llevo casi 25 años dedicados a diseñar viviendas plurifamiliares en la Costa del Sol. Las circunstancias de la vida me han llevado a esta zona privilegiada del sur de Europa desde donde participo en el desarrollo de promociones tratando siempre de mejorar el anterior proyecto. Un constante aprendizaje que, sin duda, es parte esencial del maltrecho atractivo de esta compleja profesión.
Un cuarto de siglo durante el cual el acceso a la vivienda se ha ido paulatinamente deteriorando, mientras se iba incrementando la responsabilidad de diseñar viviendas dignas en respuesta a circunstancias sanitarias que dejaron sus carencias a la vista de todos.
Un trabajo dedicado a cuadrar unos espacios y unas instalaciones siguiendo las directrices marcadas por una detallada hoja de cálculo. Un tetris formado por habitaciones, cuartos de baño, salón, cocina, tendedero y terraza. Un rompecabezas arquitectónico, en el que las reglas permiten eliminar algunas piezas cómo son el tendedero, la terraza o incluso fusionar salón y cocina, con tal de que todo encaje. Mucho tiempo dedicado a resolver este puzzle, mientras que inconscientemente me voy alejando de lo fundamental de nuestra profesión: números y pixeles alineados en mis pantallas Full HD que acabarán siendo un hogar, un lugar de vida para una persona, una pareja o una familia con niños. Al fin y al cabo estos son mis verdaderos clientes, a los que paradójicamente (salvo algunas excepciones) nunca he tenido la ocasión de conocer para conversar con ellos acerca de su nueva vivienda. Suelen ser ajenos a nuestro sector, con poco o ningún conocimiento técnico, pero (en mi opinión) son los más competentes para valorar nuestro trabajo, nos guste o no.
En este sentido, todos esto años me están llevando a cuestionar mi trabajo queriendo saber cuáles son los espacios de una vivienda más valorados por sus propietarios ¿En qué aspectos deberíamos prestar especial atención, más allá del agotador encaje del Tetris?
Preguntando en mi entorno, y escuchándolos atentamente cuando hablan de sus viviendas, me parece intuir que lo que valoran por encima de todo son sencillamente la cocina y la terraza, espacios esenciales que curiosamente han visto reducir su tamaño en estos últimos años…y que una inoportuna crisis sanitaria ha dejado en evidencia.
Una búsqueda personal que se vio recientemente alentada por el desembarque de la plataforma Viviendea en Málaga y la aprobación de una norma que fija las mínimas de habitabilidad y de diseño de los hogares en el país Vasco.
Distrito Zeta ha sido la actuación urbanística elegida por Viviendea para irrumpir en el sector inmobiliario malagueño de la mano de Culmia. Una startup valenciana en fase de expansión que ha elaborado una herramienta digital que permite tomar la temperatura del mercado: “Nuestra principal misión es colaborar con las promotoras para que, cuando inicien los proyectos, lo hagan desde las demandas reales de los usuarios” (Sergio López, CEO). La plataforma está ahora mismo procesando los datos generados por los usuarios interesados en instalarse en Distrito Zeta mientras interactúan con su página web. Un proceso de escucha de la demanda que permitirá establecer los perfiles de las viviendas más deseadas. Los primeros resultados dejan entrever un interés por el plurifamiliar donde destacaría dos constantes que parecen incuestionables: la cocina abierta y la terraza.
La nueva norma autonómica aprobada a finales de junio por el Consejo de Gobierno Vasco me parece ilustrativa de los cambios que estamos viviendo. El texto fija las condiciones mínimas de habitabilidad y de diseño de los hogares, entre las cuales destacan la obligatoriedad de proyectar cocinas más grandes y una terraza de mínimo 4 m2, que no computará en edificabilidad mientras mida menos de 10 m2. Una interesante iniciativa que quizás debamos extender a todo el país, aunque la necesidad de regular normativamente estos aspectos no dejan de ser revelador de un cierto desatino de la profesión.
Las terrazas y las cocinas son espacios de convivencia que no podemos menospreciar al diseñar una vivienda. Son zonas de intercambio social donde cocinamos, hablamos de cómo ha ido el día, compartimos un bocado, una copa, nos sentamos a tomar el aire, el sol, a leer o simplemente a escuchar la calle y pensar en nuestras cosas, mientras los niños juegan.
Son los lugares de vida de un hogar, en los cuales nacen los recuerdos y permanecen sus raíces.
El verano ha llegado y la vivienda tiene que seguir siendo un espacio donde poder disfrutarlo. Mi abuela vivía en una casa con jardín, y nunca olvidaré las reuniones familiares celebradas en aquella alfombra de césped junto a la refrescante sombra del enorme sauce llorón que había en la esquina. Fui un niño con suerte.
Autor: José García Ruiz
Arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga
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